Jesús: el hombre completo y perfecto

¿Quién es Jesucristo? Es la gran pregunta que resuena en muchos lugares, especialmente alrededor de la Navidad. Muchas respuestas se lanzan para tratar con esta pregunta. Algunos dicen que fue una persona común y corriente, quien nació en medio de una generación que anhelaba un cambio, con sed de liberación, y que, por tanto, vio en él un dirigente que podía reinar sobre ellos y llevar a Israel a una era dorada. Algunos piensan que tan solo fue un hombre de nobles intenciones, quien deseaba establecer la justicia en la tierra y aliviar el sufrimiento. Otros lo ven como un revolucionario, un rebelde extremista, un moralista, un purista, un verdadero religioso o algo parecido. Algunos más lo ven más como el Jesús moderno, que ama y acepta a todos sin condiciones. Y otros como el Jesús confundido quien se afanaba por obtener algo de atención y moriría por accidente.

Hay muchas respuestas que se presentan, pero solo una es correcta: según las Escrituras Jesucristo es el verdadero Dios que vino en la carne humana para revelar perfectamente al hombre el mensaje de redención. Es la revelación perfecta, completa y final del mensaje de Dios para toda persona, de todo lugar y todo tiempo.

“[Jesucristo] Es la revelación perfecta, completa y final del mensaje de Dios para toda persona, de todo lugar y todo tiempo“.

Nos enfrentamos a dos preguntas críticas cuando tratamos con la encarnación. La primera es, ¿Cómo es que el Dios eterno tomó la carne humana y nació como un bebé? Y la segunda es, ¿Cómo es que la persona de Jesucristo es Dios, completa y perfectamente? Procuraremos responder a la primera pregunta en este artículo, y la segunda, en el próximo.

La comprensión del misterio

Como destacamos en el artículo anterior, mucho de lo que se relaciona con la encarnación está más allá de nuestra comprensión, pero se hace más alcanzable con lo que Pablo enseña en Filipenses 2:5-11. Es el texto clave para nuestra comprensión de la encarnación.

Pablo quiere animar a los filipenses a adoptar una vida marcada por la humildad. Es una vida que rechaza el orgullo natural y acepta con gratitud todo lo que Dios nos pide y todo lo que da. ¿Qué mejor ejemplo hay de esto aparte de Jesús?

En el versículo 5 nos invita a adoptar la misma “actitud”, la misma perspectiva que tuvo Jesús cuando vino en forma humana. Esta actitud es la misma que se presentó en el versículo 3: una “actitud humilde”. ¿Cómo mostró Jesús la verdadera humildad?

Pablo afirma en el versículo 6 lo que Juan presenta en Juan 1:1: Jesús ya existía antes de la creación de este mundo. Es el Dios verdadero y eterno. ¿Y cómo sabemos esto? Pablo dice que antes de su nacimiento ya “existía en forma de Dios” y era “igual a Dios”. “Forma” significa “naturaleza y carácter”, “igual” quiere decir “equivalente o igualdad”[1]. Los dos términos funcionan en este versículo como sinónimos y expresan, sin lugar a duda, lo que unos siglos después se afirmaría en el Concilio de Nicea (325 d.C.). Jesucristo es de la misma “substancia del Padre, Dios de Dios… verdadero Dios de Dios verdadero… [y] consubstancial al Padre”.[2] En esencia y naturaleza, Jesús es igual a Dios. ¿Por qué es importante afirmar esto antes de hablar de su humanidad?

El versículo 7 afirma que Jesús “se despojó a sí mismo”; esta frase expresa la realidad de la encarnación. El verbo utilizado en este texto muchas veces se entiende como un “auto vaciamiento”, algo que ha sido la fuente de muchos errores sobre la encarnación. Mejor sería entenderlo como el acto de dejar una posición o un estado.[3] Sobre todo, fue un acto voluntario. Más, Jesús vino en “forma de siervo”, una frase idéntica a la frase “forma de Dios”, lo cual indica que se hizo verdadera y completamente hombre. Y, “semejante a hombre” indica que su forma física fue regular y común, lo que se espera de una persona real. Así, Jesús agregó la genuina forma humana como parte de su ser divino, aceptando las necesarias limitaciones físicas de su carne sin perder nada de su divinidad.

¿Cómo describimos la añadidura de naturaleza humana a la forma divina de Jesús? Juan lo expresa en 1:14 así: “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Su gloria fue velada por su forma humana, una humanidad verdadera. No se proyectó como una persona; no se hizo simplemente similar a nosotros. Se hizo hombre. El Dios todopoderoso y eterno tomó carne humana y nació como un bebé ¡Es increíble!

No perdió nada de lo que había antes en él (seguía siendo omnipotente, omnisciente, soberano, etc.), pero aceptó las mismas limitaciones comunes a todo ser humano (cansancio, sed y hambre, incapacidad natural como bebé, atado a un lugar por su cuerpo físico, etc.). Las pruebas de su verdadera humanidad están más allá del enfoque de este artículo. Sin embargo, no se pueden leer los cuatro Evangelios sin entender que Jesús es una persona genuina.

…desde el momento de su concepción, Jesús fue y es, perfecta y completamente humano“.

Esto significa que, desde el momento de su concepción, Jesús fue y es, perfecta y completamente humano. Es Dios verdadero desde la eternidad pasada y conservó su deidad perfecta en la encarnación. Al momento de su encarnación asumió una genuina naturaleza humana, siendo así, el Dios-hombre perfecto en todo aspecto.

Si no fuese suficiente todo esto, Pablo muestra en el versículo 8 hasta dónde llegaría Jesús para vivir la humildad. Voluntariamente se entregó a la forma de muerte más horrenda de su tiempo. El resultado final de su muerte es que Dios se complació con su sacrificio. Jesús no permaneció en la tumba, sino que Dios le levantó de entre los muertos y le recibió de nuevo en la gloria. Fue exaltado de nuevo. Al final, recibió de nuevo su posición divina y su estado al lado de Dios. Y, aunque fue rechazado, en su segunda venida será reconocido y adorado por todos.

¡Qué increíble que lo Cristo hizo para cumplir la voluntad de su Padre! Es un misterio que nunca comprenderemos por completo.

Un límite necesario

Todavía hay un asunto importante que debemos tratar si vamos a entender un poco más la encarnación. Si Jesús es el Hijo de Dios, divino, eterno y sin pecado, ¿cómo es que se hizo hombre igual como nosotros?

Hay muchas opiniones en este punto. Varios han llegado a una conclusión equivocada al decir que Jesús podría haber pecado o incluso que pecó y superó sus pecados en algún momento. Otros se han esforzado mucho al argumentar que María no tenía pecado y, por tanto, el pecado es heredado por parte del padre. Aún otros piensan que de alguna forma u otra Jesús no fue una persona real porque no era pecador. Ninguna de estas explicaciones es adecuada.

Pablo presenta una restricción necesaria para nuestra comprensión del misterio de la encarnación en Romanos 8:3, “Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne…”.

Pablo dice que Cristo vino “en semejanza de carne de pecado”. Hay un balance importante aquí: Cristo está identificado estrechamente con la humanidad (no simplemente una similitud superficial, sino una participación real de ella), pero de una forma distinta de lo normal.

No dice “en carne de pecado” porque su carne fue sin pecado. Tampoco dice “en semejanza de carne” porque su carne fue real. Sino que Jesús vino “en semejanza de carne de pecado”, porque Cristo se identifica con la condición humana sin ser pecador.[4] Su humanidad no le hizo un pecador y, a la misma vez, le hizo experimentar todas las limitaciones normales humanas. Su carne fue perfecta, sin pecado y real; al mismo tiempo, era algo distinto porque fue sin pecado.

Jesús vino como el segundo Adán, engendrado por Dios como lo fue Adán, pero en su estado perfecto como el Hijo de Dios. No tenía la capacidad de pecar y por esto podría ser y es nuestro gran Redentor y Salvador. ¡Qué gloriosa encarnación la que trajo el Salvador a nuestra tierra para lograr nuestra redención!

Conclusión

Aunque ciertamente hay aspectos de la humanidad de Jesús que se nos escapan dadas nuestras limitaciones, es importante defender su completa y perfecta humanidad. Juan hace de la doctrina de la persona de Cristo una prueba de ortodoxia (1 Jn. 4:2). Si niegas su humanidad, no puedes llamarte creyente. Aún más, su función como Redentor es posible debido a que Jesús asumió la naturaleza humana (He. 2:14), y puede experimentar nuestras debilidades porque vivió con todas limitaciones y restricciones humanas (He. 4:15). Gracias a Dios que Jesús vino, tomó nuestra carne, vivió perfectamente frente toda clase de tentación y pecado y se sacrificó para ganar nuestra redención. Su nacimiento, vida, muerte y resurrección como una persona real forman la base de todo lo que creemos, y es nuestra esperanza de vida eterna con Dios. ¡Gloria a él!

Lee todos los artículos de la serie:

La encarnación de Cristo parte 1

La encarnación de Cristo parte 2

La encarnación de Cristo parte 3

La encarnación de Cristo parte 4


[1] Johannes P. Louw y Eugene Albert Nida, Greek-English Lexicon of the New Testament: Based on Semantic Domains (New York: United Bible Societies, 1996), 148-149, 584, 588.

[2] Justo L. González, Historia del Cristianismo: Tomo 1 (Miami: Editorial Unilit, 2008), 215.

[3] Louw y Nida, 739-740.

[4] Ver, John R. W. Stott, The Message of Romans: God’s Good News for the World, (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2001), 219


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