Recuerdo la vez que recibí consejería en unas clínicas de ministración. Estaba tan necesitada de aliento, consuelo y afirmación en lo que yo creía que era verdad – pues creo que nunca llegamos buscando La Verdad sino ser afirmados en lo que nosotros creemos que es verdad – El consejo que obtuve sobre problemas maritales, escasez y sufrimiento, estuvo centrado en mi persona: lo que merezco, lo que otros me han hecho y lo que tengo derecho por ser hija de Dios. Si yo tenía alguna responsabilidad era no haber aplicado correctamente ciertas enseñanzas: decretar promesas, pelear con Satanás, pactar con dinero para recibir la ayuda de Dios, entre otras.

En ese momento no sabía que esta enseñanza estaba altamente influenciada de la ahora conocida teología de la prosperidad. Enseñanza que ha permeado en América Latina hasta su mero centro. Es oportuno mencionar que, aunque no hay una definición completa sobre esta enseñanza, por todo lo que abarca, ésta podría ser una:

Una serie de postulados enfocados, no estructurados, en la búsqueda de bienes materiales, bienestar físico, ejercer el pensamiento positivo o la fe para vivir de una manera sobrenatural, el cumplimiento de ritos externos, ordenar o decirle a Dios qué hacer.

Todo lo anterior distorsiona la teología bíblica desde su centro: la satisfacción del hombre no está en lo terrenal, sino en una Persona, Jesucristo.

Esta enseñanza es más común de lo que quisiéramos, como dice John Piper al respecto: “Jesús es la auténtica riqueza. Usted nunca debe atraer a alguien a Jesús de esa manera [ofreciendo bienes materiales o bienestar físico], porque si llegan atraídos por esas cosas no van a venir realmente a Jesús. Vendrán a la iglesia atraídos por lo que se les puede proporcionar. Lo único que buscarán es lo material, pero siempre tendrán un corazón egoísta”.1

Jesús es la auténtica riqueza. Usted nunca debe atraer a alguien a Jesús de esa manera [ofreciendo bienes materiales o bienestar físico], porque si llegan atraídos por esas cosas no van a venir realmente a Jesús. Vendrán a la iglesia atraídos por lo que se les puede proporcionar. Lo único que buscarán es lo material, pero siempre tendrán un corazón egoísta.

John Piper

Administrar la Palabra de Dios en consejería no es un asunto de liviandad, tampoco es algo mecánico, ni se trata simplemente de cumplimiento de ciertas normas de conducta. Es un medio de gracia para mostrar amor y misericordia recibida en Cristo Jesús.

La consejería bíblica no sólo implica usar la Biblia o algunos versículos, sino más bien, la Biblia es todo el fundamento dado por Dios, que informa la situación, pensamientos y corazón de los hijos de Dios.

La Biblia es suficiente, autoritativa, necesaria y clara para tratar los asuntos del ser humano.

FUNDAMENTO BÍBLICO PARA LA CONSEJERÍA BÍBLICA

En este artículo tomaremos tres fundamentos bíblicos para examinar las mentiras de la teología de la prosperidad en la consejería: Propósito, Llamado y Misión.

Recordemos que cuando aconsejamos estamos frente a otra hermana que ha sufrido, ha pecado y necesita de las verdades bíblicas como nosotras. Cuando aconsejamos estamos frente a almas que Cristo ha pagado con su sangre en la cruz. Cuando aconsejamos tengamos en mente que los frutos de la carne tienen su raíz en un pecado operante, nutrido por una perspectiva contraria a su Palabra.

En Cristo, anhelamos llevar a nuestra hermana a la suficiencia y satisfacción que está solamente en Él. A partir de renovar su entendimiento, la persona empezará a mostrar frutos dignos de arrepentimiento, y como consecuencia se presentarán cambios progresivos, que parten de un correcto entendimiento de quién es Dios y su obra.2

El Propósito de todo cristiano es hacer todo para la gloria de Dios (Col. 3:18; 1 Co. 10:13). Esto es debido a que hemos sido comprados a precio de sangre, no por nuestras obras, sino por las de Cristo en la Cruz y su Resurrección (Ef. 1:8-10).

El Propósito de todo cristiano es hacer todo para la gloria de Dios.

La Misión de todo cristiano es proclamar el evangelio, ser testimonios vivos de Cristo al hacer discípulos (Mt. 28:19-21). Tenemos un sentido de vida, dirección en donde Él nos ha colocado, iniciando con nuestras familias.

La Misión de todo cristiano es proclamar el evangelio, ser testimonios vivos de Cristo al hacer discípulos.

El Llamado de todo cristiano es ser como Cristo de adentro hacia afuera (Ro. 8:29; 1 Co. 3:18). Nuestra identidad está en el Redentor que nos compró, en el Dios que nos formó para su gloria (Is. 43:7), que nos transforma por el poder de su Espíritu. Sus medios de gracia no sólo son las disciplinas espirituales, también son aquellas situaciones de sufrimiento que nuestro bueno, sabio y soberano Dios, ha preparado de antemano para ser santas como Él es santo (Fil. 1:6; 1 Pe. 1:15-16). Nuestra alma estará satisfecha hasta que descanse en Cristo.

El Llamado de todo cristiano es ser como Cristo de adentro hacia afuera.

El ser humano ha sido corrompido por el pecado (Gen. 3). Sus afectos, perspectiva, pensamientos, son dominados por el egoísmo y la autosuficiencia que la caída representó. No hay métodos humanos que puedan “arreglar” esto, sólo el poder del evangelio. Si lo que nos aconsejan no nos lleva al método de Dios: arrepentimiento y fe en Cristo, seguiremos siendo víctimas y no responsables. Seguiremos en tinieblas y no en luz.

MENTIRAS DE LA TEOLOGÍA DE LA PROSPERIDAD EN LA CONSEJERÍA

La teología de la prosperidad aconseja a partir de la siguiente premisa: la misión de Dios es que sus hijos estén cómodos en este mundo. La mentira de los filósofos antiguos como Epícuro, repica en las bocas de nuestra generación con un paquete lleno de promesas que, en lugar de llevarnos a ver la cruz, nos llevan a despreciarla.

Su anti-evangelio como diría el apóstol Pablo, se resume así:

Propósito: para la gloria del hombre.

Misión: hacer obras en nombre del evangelio para tu renombre.

Llamado: ser próspero materialmente, no sufrir, no vivir para otros, sino para ti mismo.

Con esto en mente, cuando te acercas a pedir consejo, estas son algunas de las cosas que escucharás:

  • Si haces, recibes. Si cumples efectivamente un ayuno, diezmas, das tus primicias, sirves constantemente dentro de la iglesia, entonces Dios te dará y concederá lo que quieres.
  • Si declaras, recibes. Si haces oraciones que ordenan a Dios lo que debe darte porque el enemigo te lo ha quitado; ellos dicen que las promesas no vienen “gratis”, tienes que hacer algo además de creer, a esto le llaman “activar tu fe”.
  • Si peleas efectivamente con Satanás, Dios te da la victoria. El papel de Satanás es preponderante, se trata de un mano a mano con Dios y la persona es la víctima de ambos; pero si la persona declara y decreta, entonces Dios le dará la victoria. No se menciona el pecado. Básicamente estás en batalla con Satanás, quien te quiere robar las bendiciones de Dios.
  • El sufrimiento es responsabilidad de otros, no tuya. Si fue tuya, seguro un espíritu inmundo te oprimió o las maldiciones generacionales te persiguen; por tanto, necesitas romper con ellas para tener éxito, acabar con la escasez y sufrimiento.
  • El hombre es el centro de la historia de Dios, Cristo su ayuda y el Espíritu Santo el poder (antropocentrismo). Lo externo es más importante, pues la carne es mala, pero el espíritu bueno (gnosticismo).

LAS CONSECUENCIAS

  • No hay comunidad verdadera. No puedes decirle con sinceridad a otros que estás en aflicción o en pobreza, porque eso sería contrario a confesar positivamente. Más bien, hay un sectarismo derivado de la distinción de clases sociales y revelaciones extra bíblicas.
  • El corazón no cambia. No hay transformación interna, sino de apariencias. El cristiano es responsable de sostener su vida por sus obras, es autosuficiente.
  • No se conoce al Dios de la Biblia. Se crea un dios a la medida del hombre. No se reverencia, teme, ni exalta al Dios que se ha revelado en las Escrituras.
  • No se crece a la semejanza de Cristo. Más bien se crece al estándar de tus sueños más altos, tu estima propia y alcance material. El sacrificio de Cristo solo es la puerta de entrada para “ser cristiano”, pero no la obra santa, perfecta y completa que sostiene la vida del creyente.
  • Se ama más lo terrenal que lo celestial. La evidencia de que eres hijo de Dios es tener dinero, fama, salud y crecimiento en todas las áreas de tu vida.
  • La inversión en el Reino de Dios no se trata del avance de Su obra, sino de la prosperidad de los hombres. El acto de dar de aquello que Dios te ha dado, no procede de un corazón alegre, sino que es una especie de manipulación para recibir lo que tu corazón en realidad desea.
  • La Biblia no es autoritativa ni suficiente. Los sentimientos, profecías personales, sueños, visiones, cumplimiento de principios, sustituyen la Palabra de Dios. La Biblia se convierte en un libro de consulta o referencia, pero no el Libro que revela a Dios, su historia y misión para sus hijos.
  • La identidad se sostiene por lo que se haya alcanzado, lo que se haya obtenido y se haya logrado exclamando “soy hijo de Dios, tengo derecho a estas cosas”; al final, Dios es el dueño de las riquezas. La adopción no es por gracia, es por obras. La adopción no trae como resultado una obediencia personal a Dios, sino se convierte en un medio para hacer que Dios me obedezca.

EL EVANGELIO

“Pero el evangelio es poder de Dios para salvación” (Ro. 1:16). “Me maravillo de que tan pronto ustedes hayan abandonado a Aquel que los llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente, que en realidad no es otro evangelio, sino que hay algunos que los perturban a ustedes y quieren pervertir el evangelio de Cristo.” (Gal 1:6-7 NBLA).

La consejería bíblica es un medio de gracia en el pueblo de Dios para amar más a Cristo, ser como Cristo, vivir para su gloria, proclamar su evangelio y perseverar en donde sea que Él nos haya colocado. Y, finalmente comprender que el cambio de todo creyente es un proceso de vida. Efesios 4:20-24 nos enseña ese proceso de cambio: si hemos escuchado y creído en Cristo, entonces podemos despojarnos del viejo hombre, renovar nuestra mente a través de la Palabra y su Espíritu que nos enseña, para vestirnos del nuevo hombre creado según Dios en su justicia y santidad de la verdad.

La consejería bíblica es un medio de gracia en el pueblo de Dios para amar más a Cristo, ser como Cristo, vivir para su gloria, proclamar su evangelio y perseverar en donde sea que Él nos haya colocado.

Mi anhelo es que muchos consejeros nos centremos en la verdad de las Escrituras, porque éstas son el medio que Dios ha utilizado, utiliza y utilizará, para revelarse al hombre, salvarle, transformarle y glorificarle. En ellas encontrará a Cristo, la Vida, el Mediador, el Sustituto, el Salvador, el Señor, el Autor y Consumador de nuestra fe, y Rey para perseguir su vida en nosotros y poner la mirada en las cosas de arriba. Si algo necesitamos en nuestras relaciones de consejería, no son promesas de prosperidad, éxito y bienestar, sino la Palabra de Dios.

  1. Publicado en PROTESTANTE DIGITAL – Internacional

2. Modelo de CCEF del Cambio Dinámico.