Han transcurrido muchos años desde el momento en que tuve la Biblia por primera vez en mis manos como hija del Señor, y caminar en el fascinante recorrido de que mi mente fuera poco a poco transformándose por el efecto de la Palabra en mi mente y corazón. Aunque la lectura ha sido un hábito para mí desde muy pequeña, ahora tenía el Libro de libros, la Biblia. Ahora tenía que comenzar a cultivar el hábito de leerla.

En mi tiempo de estar en el ministerio y estar involucrada en la consejería bíblica, he visto muchas personas, tengo la costumbre de preguntar, ¿cómo va el hábito de la lectura de la Palabra? Tristemente, la respuesta que he recibido ha sido de no tener el hábito de caminar en la lectura de la Biblia. Esto me ha llevado a ver devastadores resultados en la vida de esas personas. Quisiera comentar algunos de ellos, los cuales me han impulsado a orar día a día al Señor para continuar perseverando en la lectura de las Escrituras.

  1. Analfabetismo Bíblico: Cuando no se aprende a escribir y leer, no se pueden comprender ni hacer muchas cosas; así mismo pasa cuando no leemos la Palabra. Será imposible presentar defensa del evangelio en cualquier lugar donde el Señor nos ponga. “Destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo” (2 Co. 10:5). Además, el apóstol Pablo le insta a Timoteo lo siguiente: Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad” (2 Ti. 2:15). Y eso requiere lectura y comprensión para una buena aplicación.
  2. Falta de Santidad:  Como hijos de Dios estamos separados para vivir vidas de santificación progresiva y solo lo podemos lograr meditando la Palabra. “Por tanto, amados, teniendo estas promesas, Limpiemonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Co. 7:1).
  3. Ser llevados por otras corrientes de doctrina:  Es triste ver cómo se puede caer en infinidad de enseñanzas erróneas que afectan nuestras vidas. Es necesario que seamos como los hermanos de Berea, que miraban lo que Pablo enseñaba con la intención de comprobar si lo que decía era correcto o no. “Enseguida los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas a Berea, los cuales, al llegar, fueron a la sinagoga de los judíos. Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así” (Hch. 17:10-11).
  4. No saber la voluntad de Dios para nuestras vidas:  Una de las preguntas más recurrentes que me han hecho es: Hermana, ¿cómo sé cuál es la voluntad de Dios para mi vida?  La Biblia tiene la respuesta en Salmo 40:8, “Me deleito en hacer tu voluntad, Dios mío; tu ley está dentro de mi corazón”. El salmista sabía la importancia que debía tener la Palabra en su vida.
  5. Adaptarse al mundo: Caminamos por este mundo convulsionado, donde el príncipe de este mundo es el diablo y cada vez más presenta formas de vida contrario a lo que el Señor nos demanda. Pablo nos deja ver qué debemos hacer, “No se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto” (Ro. 12:2, NBLA).
  6. No podemos discernir qué está mal en nuestra vida: El día a día en nuestra vida puede ser afectado por el pecado y tendremos que tomar decisiones para no caer en algo que sea desagradable a Dios, “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra” (2 Ti. 3:16 -17).Esta revelación de la Palabra es plenaria y verbal, y su utilidad para nuestras vidas no tiene comparación.
  7. Falta de sabiduría, conocimiento y entendimiento:  En este mundo pasaremos por diferentes situaciones y solamente podremos obtener sabiduría, conocimiento y entendimiento a través de la lectura de la Palabra de Dios. Mire cómo lo describe Salomón, “Para recibir instrucción en sabia conducta, justicia, juicio y equidad; para dar a los simples prudencia, y a los jóvenes conocimiento y discreción.” (Pr. 1:3-4).

Podemos reconocer los beneficios que trae la lectura de la Palabra y su meditación, el ser transformados para vivir una vida de santificación, obediencia según la voluntad de Dios para nuestras vidas. Mantenernos en la Palabra de Dios obra para combatir el sentido de culpabilidad que podemos experimentar cuando no hacemos lo bueno, recordemos las palabras de Santiago 4:17, “A aquel, pues, que sabe hacer lo bueno y no los hace, le es pecado”.

Recuerda que en el Señor hay esperanza, él nos tiene en el hueco de su mano y es el más interesado en ver nuestras vidas transformadas teniendo el hábito de la lectura de la Palabra.