La tarea del hogar en la que más invierto tiempo es la limpieza de la cocina, específicamente, de mi estufa. Me esmero en limpiar a profundidad las hornillas, sus rejillas pequeñas donde rápidamente se acumula grasa, salpicaduras de comida y alguna que otra cáscara de alguna cebolla que pelé.

La razón de mi esmero en limpiar la estufa es porque de no hacerlo, es blanco perfecto para que roedores e insectos se acerquen a dejar sus desechos. Además, la cocina es donde preparo los alimentos para mi familia y mis invitados, por eso necesita estar limpia para cuidar de la higiene de los platillos que comparto.

¿Qué confianza tendrías de comer alimentos que provienen de una cocina sucia? ¿No te incomodaría ver la suciedad que se vuelve parte de tu estufa? 

Estas dos preguntas pueden ilustrar la importancia de escudriñar o examinar nuestro corazón. ¿Te has llegado a acomodar con la suciedad de tu corazón que ya no te incomoda? Pues es en el corazón donde se alberga la amargura, el enojo, la falta de perdón, la soberbia, el ego, la lujuria, los ídolos, la impaciencia, el chisme, el rencor, los deseos de venganza, la mentira, y todo fruto de la carne (Gal. 5:16-21; Mt. 15:10-20). 

Nuestro Corazón

La Biblia nos enseña que el corazón está conformado por emociones, pensamientos y motivaciones que es nuestro ser interior. El primer mandamiento es una muestra de esto cuando nos dice que debemos amar a Dios con todo nuestro ser y nos brinda descripciones de cómo hacerlo (Mt. 22:37) para responder en obediencia y honra a Dios. La Biblia también nos enseña que nuestro corazón aún alberga residuos de pecado (1 Jn. 1:8) y por eso esas emociones, pensamientos y motivaciones no son de fiar en cómo respondemos a Dios en nuestro diario vivir.

La importancia de escudriñar nuestro corazón

Además, por la unión con Cristo en nuestra salvación, el Espíritu Santo habita en nosotras para hacer su obra de santificación o transformación para que nosotras podamos desechar las obras de la carne, y para esto necesito examinar mi corazón constantemente. El rey David expresó esta práctica espiritual en el Salmo 139:23-24: 

«Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno»

El salmista tiene tal confianza en Dios que le pide probar sus pensamientos y sentimientos más profundos para someterse a la corrección y a la dirección de Dios. La implicación de no hacerlo, significa engaño. Cuando el engaño crece nos ciega de nuestros pecados que llegamos a acomodarnos en ellos, nos cegamos de ver lo que quizás otros nos están diciendo que ven en nuestro actuar, pensar y decidir. 

Mucha introspección, no es buena

Ahora bien, el pastor Sugel Michelen en su serie de predicaciones acerca de la depresión y la ansiedad dice: «Mucha introspección no es buena porque nos extravía del fin de examinarnos». El fin es ver nuestro pecado, la mentira o el engaño que nos tiene esclavas o cegadas. Por ejemplo, hay un momento en que ya he limpiado mi estufa como es debido, pero, si sigo limpiándola puedo terminar hasta quitándole su color natural. 

A esto, el rey David también dijo: 

«¿Quién puede discernir sus propios errores? Absuélveme de los que me son ocultos. Guarda también a tu siervo de pecados de soberbia; que no se enseñoreen de mí. Entonces seré íntegro, y seré absuelto de gran transgresión» (Salmo 19:12-13).

Necesitamos la ayuda del Espíritu Santo, así como nuestra intencionalidad en despojarnos del viejo hombre, para vestirnos del nuevo hombre al renovar su mente, quien en semejanza de Dios ha sido creado en la justicia y la santidad de la verdad (Ef. 4:21-24). No simplemente confesamos un pecado, o nos despojamos del fruto de la carne del viejo hombre, sino que lo reemplazamos con el fruto del Espíritu por medio de la verdad revelada.

Maneras en las que examino mi corazón

Por ejemplo, cuando el fruto que muestras a otros es de una mujer con amargura, decepción, tristeza por mucho tiempo, de mal humor, que habla constantemente mal de otros, ya sea que lo identifiques por la obra del Espíritu Santo o porque Dios use a alguien para mostrarte tus actitudes, necesitas ir más a fondo, descubrir de dónde proviene tu pecado.

Puedes preguntarte: ¿Desde hace cuánto me siento así? ¿Qué pienso todo el tiempo? ¿Qué deseo? ¿Qué me motiva a reaccionar así? Puede ser que deduzcas que tu amargura proviene del rechazo que has recibido por mucho tiempo, y esto te lleva a concluir que el temor al hombre te ha estado manejando. 

Después de conocer la raíz, ora al Padre, busca en Su Palabra la verdad acerca de Dios en oposición al temor al hombre, o busca a una hermana para hablar. Y preguntarte: ¿Qué estoy creyendo de Dios? ¿Qué no estoy recordando de Su Verdad? ¿Qué ha hecho Cristo por mí que hoy puedo vivir en el fruto del Espíritu Santo? De esta manera, tendrás más claridad en cuánto a lo que pasa en tu corazón, y una vez examinado, no necesitas ir más profundo porque lo que Dios te enseñe a través del Espíritu Santo será suficiente para tu alma y el cambio que Él requiere de ti.

Los puritanos y el engaño del pecado

Los puritanos fueron hombres conocidos por su compromiso en vivir para la gloria de Dios, hombres que amaban la Palabra de Dios y deseaban adorar a Dios con su estilo de vida. Hacemos bien en imitar su amor por Dios, su celo por la Palabra y su vigilancia del corazón por el engaño del pecado (Heb. 3:12-13), por medio de la fe.

El puritano John Owen, en su libro «Mortificación del pecado» puntualizó tres etapas en el engaño del pecado: 

  1. Disminuir la propia seriedad del pecado. La verdad bíblica pierde su fuerza y se reduce a mera información.
  2. Los afectos que no están colocados firmemente en las cosas de Dios, atraen la mente al pecado.
  3. La voluntad cede ante lo que parece ser bueno en la mente y desarrolla razones para justificar el pecado que se contempla. 

Con esto en mente, él dice que necesitamos mortificar el pecado, hacer morir las obras de la carne (Ro. 8:13) para quitar la fuerza y el poder que le hemos cedido. ¿Recuerdas que te dije que los roedores e insectos vendrían a dejar sus desechos y a contaminar la estufa que ya estaba sucia? Esto es lo que hace el pecado hoy en nosotras. Nadie es culpable de lo que yo decido albergar en mi corazón, si esta sucio, si huele mal, mi corazón será blanco más fácil de las tentaciones de Satanás. 

Escudriña tu corazón, porque de Él mana la vida

El sabio Salomón con toda razón nos dice: «Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida»Proverbios 4:23. Es una muestra de amor a Dios, el reconocer nuestra naturaleza caída, así como de nuestra inhabilidad para arreglarnos y arreglar a otros, y cuando oramos al Señor que nos examine, escudriñe nuestra mente y corazón, porque reconocemos nuestra necesidad, su misericordia y porque amamos Su verdad (Salmo 26:2-3).

El resultado es un corazón para Dios, una vida de devoción a Dios, una lucha con propósito contra nuestro pecado y una vida que glorifique al Salvador que ha amado. Si el cristianismo no es una religión de meramente practicar reglas y buen comportamiento, sino que es una religión de fe y obras a través de corazones transformados de adentro hacia afuera, necesitamos ejercitar esta disciplina de escudriñar nuestros corazones.


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