Una definición sencilla de la frase “ser lleno del Espíritu” sería la siguiente: Es permitir que nuestra persona y nuestras acciones estén controladas por el Espíritu. Esto puede referirse al modo de vida en el cristiano, pero puede designar también una actividad en particular. En cualquiera de los casos la idea fundamental es la obediencia ante el control del Espíritu Santo.

El concepto de “ser lleno del Espíritu Santo” se remonta a varias palabras y expresiones del Antiguo Testamento referentes a situaciones en las que el Espíritu Santo manifestaba su poder al controlar a ciertos individuos. Cuando Ezequiel fue comisionado como profeta, el Espíritu entró en él (bo’) (Ez. 2:2; 3:24). El Espíritu “vino sobre” Saúl (tsalach) y éste profetizó (1 S. 10:6, 10). Más tarde el Espíritu “vino sobre” Saúl nuevamente (hayah) y volvió a profetizar (1 S. 19:23). El verbo hayah también se usa para hacer referencia al momento en el que la unción del Espíritu cayó sobre Otoniel (Jue. 3:10), sobre Jefté (Jue. 11:29), sobre Azarías (2 Cr. 15:1), y sobre Jahaziel (2 Cr. 20:14). En el caso del juez Gedeón, el Espíritu “vino sobre” él también, y el texto dice literalmente que éste “se envistió en Gedeón” (Jue. 6:34, RV-BRG), en un arranque de poder controlador.

La palabra que más comúnmente se utiliza en el Antiguo Testamento para indicar la acción de ser lleno del Espíritu es male, que se traduce como llenar. El profeta Miqueas se diferenciaba de los falsos profetas porque él estaba “lleno de poder, del Espíritu del Señor” (Mi. 3:8). Los verdaderos profetas del Señor transmitían revelaciones divinas bajo el control del Espíritu mientras que los profetas apóstatas estaban gobernados por el cohecho y las ganancias egoístas (v. 11). Bezaleel era un artesano controlado por el Espíritu en el ejercicio de su oficio para decorar el tabernáculo en el desierto (Éx. 31:3-5; 35:31). A otros el Espíritu los “dotó” para confeccionar las vestiduras de los sacerdotes (Éx. 28:3). Josué, el sucesor de Moisés como líder teocrático, “estaba lleno del espíritu de sabiduría”, un ministerio regulador del Espíritu que le permitía al líder del reino teocrático de Israel dirigir los asuntos internos y externos de ese gobierno tan peculiar (Dt. 34:9).

En el Nuevo Testamento las tres palabras principales son pimplemi (es un verbo utilizado 24 veces, y siempre empleado por Lucas, a excepción de dos veces, y cuyo significado es llenar, cumplir[1]), pleroo (verbo utilizado 87 veces, que significa llenar, rellenar, cumplir, completar[2]) y pleres (adjetivo usado 16 veces, siempre por Lucas, que significa llenado, lleno[3]). El uso figurativo o metafórico de las tres palabras transmite la idea de controlar, gobernar, dominar o caracterizar. Los individuos podían ser llenos de o controlados por (pimplemi) la ira (Lc. 4:28), los celos (Hch. 5:17), o el asombro (Hch. 3:10-11). Los discípulos se llenaron (pleero) de tristeza cuando Jesús mencionó su partida (Jn. 16:6), mientras que otros podían estar llenos de, o caracterizados por, la sabiduría (Lc. 2:40), el gozo (Jn. 15:11), la justicia (Ro. 1:29), la consolación (2 Co. 7:4) y la plenitud de Dios (Ef. 3:19). Se podía decir de otros que estaban llenos de (pleres), controlados por o gobernados por la lepra (Lc. 5:12), la sabiduría (Hch. 6:3), la fe (Hch. 6:5), la gracia y el poder (Hch. 6:8), el engaño (Hch. 13:10) y la ira (Hch. 19:28).

Los tres vocablos griegos anteriores se usan para describir a alguien lleno del Espíritu Santo, y la idea predominante de control, dominio, o caracterización también impera en este uso. El contexto debe determinar si la persona está llena de, o es controlada por el Espíritu que mora en ella en una situación dada en la experiencia del creyente; o si se trata de un estado de control continuo y sostenido por parte del Espíritu. Juan el Bautista, Elisabet y Zacarías estaban llenos (pimplemi) del Espíritu (Lc. 1:15, 41, 67), como lo estaban también las personas presentes el día de Pentecostés (Hch. 2:4), Pedro y los discípulos (Hch. 4:8, 31) y Saulo de Tarso (Hch. 9:17; 13:9). Los discípulos estaban constantemente llenos (pleroo) de gozo y del Espíritu Santo en Antioquía de Pisidia después de sufrir numerosas persecuciones por parte de los judíos (Hch. 13:52). La orden del apóstol Pablo era que todos los creyentes debían ser llenos del Espíritu constantemente (Ef. 5:18). En cinco ocasiones se menciona a individuos llenos del Espíritu (pleres) —Jesús (Lc. 4:1), los primeros diáconos (Hch. 6:3), Esteban (Hch. 6:5; 7:55) y Bernabé (Hch. 11:24).

Resultados

Cuando el Espíritu controla a una persona los resultados pueden ser diversos. La obra del Espíritu es responsable de cualquier expresión significativa de la experiencia cristiana regenerada. En ese sentido el control del Espíritu es la clave para llevar una vida espiritual sostenida. Sin el gobierno del Espíritu, el creyente no será capaz de lograr acciones encomiables o recompensables. A continuación algunos ejemplos de los frutos que produce el Espíritu Santo cuando mora en una persona. Fuerza durante la tentación (Lc. 4:1-2), poder para testificar (Hch. 4:5-6), denuedo en el testimonio (Hch. 4:23, 31), capacitación para servir en las iglesias locales (Hch. 6:1-3), valentía ante la muerte (Hch. 7:54-58), poder para proclamar a Jesús (Hch. 9:17-20), acción de gracias y cánticos en el corazón (Ef. 5:18-21) y manifestaciones del fruto o evidencias de la obra del Espíritu en la vida del creyente (Gá. 5:22-23).

Condiciones

Una vida llena del Espíritu es un acontecimiento continuo. Se trata sencillamente de la experiencia cristiana bíblicamente normal de caminar con el Señor. Estas condiciones pueden resumirse de forma práctica bajo un primer punto― sometimiento o simple obediencia a la palabra de Dios. En la ideología de Pablo los creyentes (o sea, los individuos en los que mora el Espíritu) deben presentarse “a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Ro. 6:13). Cualquier grado de rebeldía, desobediencia o egoísmo es en realidad un ataque contra la fe del creyente y constituye por tanto un elemento disuasorio en lo que respecta al control del Espíritu.

La confesión de los pecados también es necesaria para llevar una vida continuada en la plenitud del Espíritu. Esto se explica a través de un mandato negativo, “Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, por el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” (Ef. 4:30). Cuando albergamos pecado contristamos al Espíritu ya que esto implica la existencia de un área que no está bajo el control del Espíritu. Dios expresó emociones similares hacia el pueblo de Israel tal y como aparece en palabras de Isaías: “Mas ellos se rebelaron y contristaron su santo Espíritu; por lo cual Él se convirtió en su enemigo y peleó contra ellos” (Is. 63:10).

Una vida que está bajo el control del Espíritu Santo se caracteriza por un tercer elemento: una dependencia constante del Espíritu. A esto se le llama “andar en el Espíritu” (Gá. 5:16), o sea, llevar un estilo de vida caracterizado por la fe, por una confianza en Dios en la experiencia cristiana cotidiana y por una batalla constante contra el pecado. En otros pasajes Pablo describe la vida santificada diciendo que es “guiada” por el Espíritu (Ro. 8:14), lo cual es paralelo a la afirmación indicativa de que un verdadero creyente es aquel que a través del Espíritu, “está haciendo morir las obras de la carne” (Ro. 8:13). Andar en el Espíritu (Ro. 8:4; Gá. 5:16, 25b), ser guiados por el Espíritu (Ro. 8:14; Gá. 5:18) y vivir por el Espíritu (Gá. 5:25a) son ideas que representan lo mismo —una vida de fe y dependencia del Espíritu Santo que produce obediencia a la revelación especial de la Palabra de Dios. Dicha conducta nos guía a una vida controlada por el Espíritu de Dios. Se trata de un estilo de vida de dirección moral y espiritual y no de un estado de semi-perfección o del nivel de vida de unos pocos escogidos al cual solo se ingresa tras una crisis posterior al nuevo nacimiento.


Este artículo es una adaptación de la Teología Sistemática del Cristianismo Bíblico, pp. 362 – 367. Publicado por Editorial EBI.

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[1] Bauer, W., F. W. Danker, W. F. Arndt y F. W. Gingrich, “pimplemi”, Greek-English Le­xicon of the New Testament and Other Early Christian Literature. Tercera Edición, (Chicago: University of Chicago Press, 2000), 813-814.

[2] Ibíd. “pleroo” 827-829.

[3] Ibíd. “pleres,” 827.


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