Algunos escépticos han mencionado la posibilidad de que los discípulos se equivocaron en cuanto a la muerte de Jesús en la cruz. Proponen que Jesús sobrevivió a la flagelación y (y la crucifixión) y simplemente se apareció a los discípulos después de que se recuperó. Después de todo, el registro bíblico en el Evangelio de Juan indica que dos ladrones crucificados junto a Jesús estaban todavía vivos cuando los soldados llegaron para bajar los cuerpos de las cruces:

“Los judíos entonces, como era el día de preparación para la Pascua, a fin de que los cuerpos no se quedaran en la cruz el día de reposo (porque ese día de reposo era muy solemne), pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y se los llevaran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero, y también las del otro que había sido crucificado con Jesús; pero cuando llegaron a Jesús, como vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas; pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua. Y el que lo ha visto ha dado testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad, para que vosotros también creáis” (Jn. 19:31-35).

Si los dos ladrones todavía estaban vivos, ¿no es razonable creer que Jesús también pudiera haber estado vivo? Tal vez los discípulos tomaron equivocadamente a un Jesús inconsciente por un Jesús muerto. Si este fuera el caso, la resurrección de Jesús sería poco más que una revivificación.

En tanto que esta propuesta trata de explicar la tumba vacía, las observaciones de la resurrección, y la transformación que tuvo lugar en las vidas de los apóstoles, no logra explicar satisfactoriamente lo que los discípulos observaron y experimentaron cuando bajaron a Jesús de la cruz.

Cmo testigo de homicidios, ha sido mi experiencia que los primeros testigos que se encuentran ante el cadáver de alguien se preocupan rápidamente de verificar las señales más obvias de vida. ¿Respira todavía la persona que ha sido herida? Esta prueba es sencilla y efectiva; toda persona puede realizarla, e incluso los que no saben nada de biología humana instintivamente recurren a ella.

También ha sido mi experiencia que tres condiciones se vuelven evidentes en los cuerpos de los muertos (lo que se conoce como la «triada mortis»): pérdida de temperatura, rigidez, y lividez. 

Los cadáveres pierden calor hasta que a la larga alcanzan la temperatura de su medio ambiente (“algor mortis”). Comienzan a sentirse“fríos al tacto” (esto a menudo lo informan los que los hallan). Además, ciertas reacciones químicas empiezan a tener lugar en los músculos, resultando en el endurecimiento y rigidez conocido como el «rigor mortis». Los cadáveres se vuelven rígidos, reteniendo la forma en que estaban cuando murieron. 

Finalmente, cuando el corazón deja de latir, la sangre empieza a estancarse en el cuerpo, respondiendo a la fuerza de gravedad. Como resultado, la descoloración púrpura empieza a ser evidente en esos sectores del cuerpo que están más cerca al suelo (“livor mortis”). En esencia, los cadáveres se ven, se sienten y responden de manera diferente a los seres humanos vivos, que respiran.

Los muertos, a diferencia de los que están cayendo en la inconsciencia y saliendo de ella, nunca responden a sus heridas. No se estremecen ni se quejan cuando los tocan. ¿Es razonable creer que los que bajaron a Jesús de la cruz, tomaron posesión de su cuerpo, lo llevaron a la tumba, y pasaron tiempo tratándolo y envolviendo su cuerpo para la sepultura no hubieran notado ninguna de estas condiciones comunes en los cadáveres?

Además de esto, los Evangelios registran el hecho de que el guardia perforó con su lanza a Jesús y observó que sangre y agua brotaron de su cuerpo. Esta es una observación importante, dado que los escritores de los Evangelios no eran forenses ni médicos. Aunque por cierto yo no soy médico, he tenido mi parte en autopsias forenses, y he hablado prolongadamente con investigadores forenses en escenas de crímenes.

Cuando las personas quedan heridas al punto de la muerte (tales como el resultado de un asalto o accidente vehicular) a menudo entran en alguna forma de «choque circulatorio» antes de morir (debido al hecho de que sus órganos y tejidos corporales no están recibiendo flujo sanguíneo adecuado). 

A veces esto resulta bien sea en «efusión del pericardio» (fluido aumentado en la membrana que rodea el corazón) o «efusión pleural» (fluido aumentado en la membrana que rodea a los pulmones). Cuando Jesús estaba clavado en la cruz en posición vertical después de la terrible flagelación que recibió, es razonable esperar que esta clase de efusión tuviera lugar en respuesta al choque circulatorio que sufrió antes de morir. Estos fluidos con certeza habrían brotado de su cuerpo si fuera perforado con una lanza. En tanto que el escritor del Evangelio puede haber esperado ver sangre, su observación de agua es de alguna manera sorprendente. Es por cierto consistente con el hecho de que Jesús ya estaba muerto cuando el guardia lo perforó con su lanza.

Además de estas cuestiones, desde la perspectiva de un detective de homicidios, hay otros problemas con la propuesta de que Jesús en realidad no murió en la cruz:

  1. Muchas fuentes romanas nada amigables del primer siglo y a principios del segundo siglo (i.e., Talo, Tácito, Mara Bar-Serapio y Flegón) y fuentes judías (i.e., Josefo, y el Talmud babilónico) afirmaron y reconocieron que Jesús fue crucificado y murió.
  2. Los guardias romanos enfrentaban la muerte si permitían que un prisionero sobreviviera a la crucifixión. ¿Habrían sido ellos tan descuidados como para bajar de la cruz a una persona viva?
  3. Jesús hubiera tenido que controlar su pérdida de sangre debido a la flagelación, crucifixión y perforación a fin de sobrevivir, y sin embargo estaba clavado a la cruz e incapaz de hacer algo que pudiera lograr esto.
  4. Jesús mostró las heridas después de la resurrección, pero nunca se observó que se comportara como si estuviera herido, a pesar del hecho de que apareció sólo pocos días después de su flagelación, crucifixión y perforación.
  5. Jesús desapareció del registro histórico después de los informes de su resurrección y ascensión y nunca más se le volvió a ver (como uno pudiera esperar si se hubiera recuperado de sus heridas y vivido mucho más de la joven edad de treinta y tres años).

“Hay muchas buenas razones de evidencia para rechazar la noción de que Jesús todavía estaba vivo cuando lo bajaron de la cruz”.

Hay muchas buenas razones de evidencia para rechazar la noción de que Jesús todavía estaba vivo cuando lo bajaron de la cruz. La mejor explicación de la tumba vacía y las observaciones de los discípulos es sencillamente el hecho de que Jesús resucitó de los muertos, tal como los relatos bíblicos registran. 


Este artículo es un extracto del libro Cristianismo caso resuelto, publicado por Editorial EBI.

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