No podemos hablar de retos, sin hablar del problema que nos reta a verlos. La iglesia cristiana y a quien ella representa, siempre ha sido perseguida. En algunos lugares es físicamente, pero en Latinoamérica la persecución es principalmente ideológica. Esto quiere decir filosofías o enseñanzas que están arremetiendo contra la doctrina bíblica, y en este caso, contra el rol e identidad de la mujer cristiana.

La respuesta de una mujer cristiana a esta persecución ideológica, es aquella que emana de la autoridad y suficiencia de la Palabra de Dios primeramente en su vida personal. Creemos que nuestra transformación proviene de adentro hacia afuera por el poder del Espíritu Santo para la gloria del Cristo crucificado y resucitado. Las filosofías de este mundo pretenden adoctrinar a las mujeres cristianas, pero solo las que están paradas firmes ante tal guerra, serán luz en el mundo.

El problema

Por eso, desde que la serpiente logró engañar a Eva con el famoso argumento “serán como Dios, conociendo el bien y el mal”, (Gen 3:5), todos los seres humanos luchan con ser pequeños dioses. La mujer no es la excepción. La cultura se ha encargado de enaltecer la deificación de la mujer en el culto al “yo” como su identidad.  Esta vieja mentira vuelve a engañar y colocar a la mujer en el trono de su vida para ser servida y adorada; al final la mujer viene a ser su propio ídolo.

Como lo expresa Elise Crapuchettes en su libro Popes and Feminists (Papas y feministas): “Las feministas dicen que el ideal y la práctica matrimonial no aliviaron sino que continuaron con la opresión de las mujeres, con un impacto negativo duradero en la vida de las mujeres, en sus identidades y en el futuro que imaginaban para sí mismas. Para que las mujeres tengan verdadera libertad, deben ser idénticas a los hombres, y dueñas de su vida. La libertad para las mujeres significa liberarse de la feminidad y de cualquier norma o papel que las restrinja”. [1]

Las mujeres cristianas sutilmente han caído en las implicaciones de la mentira de la serpiente. Quizás piensan que Dios ha retenido algo bueno para ellas, ya que vemos el incremento de mujeres jóvenes que están evadiendo el compromiso matrimonial, o adoptando una nueva identidad sexual, o atrapadas en el feminismo; mujeres sintiéndose libres porque pueden abortar, o porque han minimizado el rol de madre, esposa y de anciana, enalteciendo aquello que impulsa su ego e individualidad.

Retos

El problema de la deificación del “yo” es un reto para la mujer latinoamericana en su rol e identidad cristiana. Con esto en mente, veamos algunos retos a superar en medio de este tiempo peligroso en el que vivimos.

La Palabra de Dios

Tal cual fue en la Reforma, necesitamos la “¡Sola Scriptura!”; solamente la Palabra de Dios en los corazones de mujeres que temen al Señor y buscan su gloria, vivirán para Él. Si la Palabra de Dios no es la fuente constante de formación de sus pensamientos y actitudes, otra palabra lo será.

El falso cristianismo progresivo y de la prosperidad que ensalza el “yo” y se burla de la Cruz, está creciendo en mujeres, que sin notar están siendo cautivas por sus pecados no confrontados, siempre están aprendiendo, pero no llegan al pleno conocimiento de la verdad porque son presa de hombres que tienen apariencia de piedad (2 Ti 3:5-7). El reto es regresar a la Palabra, como lo dijera Isaías: “¡A la ley y al testimonio! Si no hablan conforme a esta palabra, es porque no hay para ellos amanecer”, Is 8:20. Regresar a la Palabra es esencial.

Su familia y su rol

La centralidad de Cristo en las vidas de las mujeres cristianas dará luz a la bendición de su rol como esposa, hija y hermana. La familia fue idea de Dios (Gen 2:24). Dios nos salva para hacernos su familia (Ro 9:8) y nos trata como a hijas eternamente (Ef 1:3; Ro 8:15). Las mujeres cristianas necesitamos reflejar la idea de Dios en nuestras familias, con un corazón que está dispuesto a vivir contra cultura porque ha recibido un don mayor: Cristo. El reto es volver el corazón de la mujer a la familia, y a la familia de Dios.

La iglesia local

Muchas jóvenes están adoptando las ideas modernas de comunidad virtual. Si bien es cierto que, debido a la pandemia, nuestro mayor contacto fue a través de pantallas, esto solo hizo más fácil el aislamiento. Ya que no están buscando a las ancianas para crecer en sabiduría, sino a las influencers en las redes para tener conocimiento y novedad. Incluso, se ha demeritado la devoción y respeto por los pastores, y la necesidad de servir en una iglesia local porque la personificación es más deseable.

Las mujeres mayores, casadas o no, desean el liderazgo o solo se ausentan, en vez de servir a las jóvenes, familias, hacer hospitalidad, enseñanza bíblica, discipular y servir. El reto es recordar la importancia de ser parte de una comunidad local, servir y crecer junto a otros cristianos (Heb 10:25, 13:16), porque somos el pueblo de Dios.

Su identidad

Siguiendo la idea, la cultura del “yo” ha devaluado la gran bendición de ser hijas de Dios, o la ha sobre ponderado, la mujer empieza a olvidar que vive para la gloria de Dios. El mal o buen entendimiento del sufrimiento, ha debilitado la fe de algunas, o ha avivado la fe de otras. Es más fácil correr a las filosofías de este mundo para encontrar un alivio inmediato, que cultivar obediencia y gozo en la aflicción. El reto es vivir con la esperanza de una identidad celestial, cultivar vidas piadosas por el bien mayor que Dios ha dado: Cristo.

Los falsos evangelios

Las mujeres cristianas están siendo expuestas a las falsas enseñanzas que alientan el feminismo y no a la feminidad bíblica, como resultado, la sujeción a la autoridad se  ha acomodado a sus interpretaciones, la maternidad se convierte en un estorbo, o se convierte en su identidad; y todo esto con el epitafio: es para mi gloria. La teología de la prosperidad, el progresismo o el misticismo, las engaña tal cual la serpiente lo ha hecho. El reto es regresar a la Palabra, a la familia, al rol bíblico de la mujer, a su lugar en la iglesia, al verdadero evangelio, a una feminidad legítima que encuentra su identidad en Cristo.

¿Cómo vamos a enfrentar estos retos en la era de las redes sociales, del cristianismo progresivo y de prosperidad que idolatra el “yo”, y la opresión de gobiernos por leyes contra Dios?

Exhortación

En palabras de John Buyan: “Es mi deber desconfiar de mi propia habilidad, a fin de que ponga mi confianza en aquél que es más poderoso que todos nosotros”.[2] Confiar en Dios es nuestro descanso, y esa confianza nos lleva a vivir como discípulas para él a un bajo precio comparado a la Cruz.

Jesús dijo a sus discípulos antes de partir: “Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo», Mt 28:19-20.

Él está con nosotras. En medio de las circunstancias presentes, nuestra comisión no ha cambiado:  hacer discípulos de Jesús en nuestros hogares y comunidades, según lo que él nos ha enseñado en su Palabra para conducir a otras al conocimiento del Dios Verdadero.

Las verdaderas discípulas de Cristo siguen sus palabras: “Niégate a ti mismo, toma tu cruz cada día y sígueme”, Lc 9:23. Viven para el Señor que las libra de vivir para ellas mismas. Más bien es a Cristo a quien exaltan y por el que están dispuestas a sufrir, servir, amar y perseverar. Necesitamos guardar sus palabras y ponerlas por obra porque en esto hay un mayor bien que lo que este mundo pasajero ofrece a nuestra identidad y rol dados por Dios.

Que los retos de la mujer cristiana en Latinoamérica sean superados al ver la Cruz, a ser discípulas de la Palabra, riéndose de lo por venir porque teme al Señor, y porque su Salvador se ha acercado a ella para ser lo que su alma realmente necesita.


[1] Elise Crapuchettes (Popes and Feminists, Canonpress 2017) P. 194

[2] John Bunyan, (El progreso del peregrino)


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