“Probad y ved que el SEÑOR es bueno. ¡Cuán bienaventurado es el hombre que en Él se refugia!” (Sal. 34:8)

El teólogo J. I. Packer afirmó: «La realidad más portentosa (extraordinaria) acerca de cualquier ser humano no es lo que haga o diga en un momento determinado, sino lo que concibe en lo más profundo de su corazón que es Dios… Cuando podemos obtener de cualquier hombre una respuesta completa a la pregunta ¿Qué te viene a la mente cuando piensas acerca de Dios?, estaríamos en capacidad de predecir con certeza el futuro espiritual de ese hombre». Esta cita es muy importante al considerar la bondad de Dios, ya que un entendimiento común de la humanidad es pensar que podemos llegar a Dios si «hacemos lo que es bueno». [1]

Además, y en contraste con los atributos que hemos visto hasta el momento, la bondad de Dios está unida a un concepto que utilizamos comúnmente en la vida cotidiana. Damos valor a las cosas al decir: «Eso me parece bien», o al celebrar con «¡Qué buenas noticias!» Es más, durante la navidad, se dice que hay un gordito que se viste de rojo, se ríe bulliciosa y alegremente, «jo, jo, jo», y dependiendo de si has sido bueno o malo, te traerá un regalo.

Pero esto plantea una pregunta: ¿Quién define qué es bueno o malo? En las iglesias a veces se predica que Dios quiere que estés bien, lo que implicaría que todos te quieran, aprecien, que tengas salud, prosperidad y amor. En el mundo, la pregunta se agudiza en estos tiempos que vivimos en los que las cosas, que hasta hace poco eran malas, ahora se las considera buenas, mientras que las cosas buenas ahora reciben ataques.

Si Dios lo permite, el objetivo de este escrito es definir y meditar en la bondad de Dios desde una perspectiva bíblica y hacerlo de tal forma que podamos PROBAR Y VER que Dios es bueno.

¿Quién define qué es bueno o malo?

Muchas veces, al hablar de la bondad de Dios, lo primero que viene a nuestra mente son ejemplos prácticos de cosas buenas que el Señor nos ha provisto. Esto es parte importante de la bondad de Dios, pero no es donde debemos empezar.

La Real Academia Española define bueno como algo «de valor positivo, acorde, con las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza o destino», o algo «útil».[2] Sin embargo, debemos ser cuidadosos de no limitar la bondad de Dios meramente a las cosas positivas o útiles que él concede, ya que al hacerlo nos convertimos en jueces que determinan de manera subjetiva si algo es bueno o malo.

Al definir la bondad de Dios tenemos que recordar que el Señor, debido a su naturaleza, no es tan solo quien provee las cosas positivas o útiles, sino que él es “bueno” y “bienhechor” (Sal. 119:68), y es quien define lo que es bueno, ya que solo él es bueno. MacArthur añade que Dios es «la suma perfecta, la fuente y el estándar (para sí mismo y para sus criaturas) de lo que es sin menoscabo (conducente al bienestar) virtuoso, beneficioso y hermoso».[3]

Si queremos entender la bondad de Dios, este punto es clave. Dios no solo obra bondadosamente, sino que él es la cumbre y definición de bondad. Grudem añade: «La bondad de Dios quiere decir que Dios es la norma suprema del bien, y que todo lo que Dios es y hace es digno de aprobación».[4] En conclusión, la bondad de Dios, en primer lugar, es alinear lo que nosotros consideramos como bueno a lo que Dios dice que es bueno y así podemos disfrutar de mejor manera lo que él otorga.

“Muchas veces, al hablar de la bondad de Dios, lo primero que viene a nuestra mente son ejemplos prácticos de cosas buenas que el Señor nos ha provisto. Esto es parte importante de la bondad de Dios, pero no es donde debemos empezar”.

La bondad generosa de Dios

En segundo lugar, la bondad de Dios se hace evidente en su disposición de dar generosamente su misericordia, su gracia, su amor, su benevolencia, su compasión, su sensibilidad, su integridad, su belleza, su fidelidad, su paciencia, su amabilidad, su generosidad, su beneficencia, su provisión, su caridad, su cuidado y otras partes de su naturaleza, para su gloria.

Su bondad en la creación. El relato de la creación está marcado por la frase «y vio Dios que era bueno» (Gn. 1:10, 12, 18, 21, 25) y su expresión cúspide en el v. 31: «y he aquí que era bueno en gran manera», puesto que la tierra está llena de su misericordia (Sal.33:5). Además, las Escrituras manifiestan la bondad de Dios al proveer y cuidar de los animales (Mt. 6:26; Sal. 104:27) e ilustran la realidad que Dios muestra su bondad a todas sus criaturas (Sal. 33:5; 145:16–17; 136:25).

Su bondad en el trato de la humanidad. Pero la bondad de Dios no solo se manifiesta en el trato con los animales y plantas, sino en el lugar especial para todos los seres humanos que fueron creados a su imagen y semejanza.  El Salmo 145:9 dice que «El Señor es bueno para con todos, y su compasión, sobre todas sus obras».

Creyentes y no creyentes disfrutan del favor no merecido de Dios diariamente. Como A. W. Pink indica: «Nuestra vida física hubiera podido mantenerse sin las flores hermosas que regalan nuestra vista y que exhalan suaves perfumes. Podríamos haber andado sin que los oídos nos trajeran la música de los pájaros. ¿De dónde proviene, pues, esta hermosura, este encanto tan generosamente vertido sobre la faz de la naturaleza? Verdaderamente, “sus misericordias son sobre todas sus obras (Sal. 145:9)”».[5]

Amados, la comida, el compañerismo, la familia, el matrimonio, el color de las frutas, el olor de las flores, el sol, la lluvia, la belleza de la creación, la salud, el cariño, una sonrisa, la música, el arte, el deporte, la belleza, el ver a tu hijo o hija nacer o caminar, el celebrar una graduación, el sentir el afecto en tu corazón por otra persona son solo una parte de la increíble gama de expresiones de la bondad de Dios mediante su gracia común.  Es una gracia que manifiesta la presencia y bondad de un Dios poderoso, pero que no redime, sino que nos apunta a la mayor expresión de la bondad de Dios.

La bondad de Dios en la salvación y cuidado de sus hijos. La Biblia muestra que, pese a que Dios es bueno con todos, él da un cuidado especial a sus hijos (Sal. 34:10b, 37; 84:11). Esta muestra de bondad empieza con el hecho de que Dios provee sacrificialmente para la mayor necesidad de la humanidad pecadora: la salvación.

La misericordia y gracia se definen como la bondad de Dios hacia las personas que no lo merecen y que necesitan ayuda (2 S. 24:14; Sal. 130:3-4; 145:8-9; Lc. 1:50).[6] Cristo en la cruz muestra el mayor acto de bondad al morir sacrificialmente en lugar de los pecadores que se merecían la muerte. Además, después de salvar al pecador, Dios provee bondadosamente un oído para nuestras oraciones, su Palabra, su disciplina, oportunidades para servirle para nuestro gozo, un cuerpo de creyentes, etc.

La bondad de Dios en el día a día

Al estudiar los atributos de Dios, varios teólogos han clasificado los diferentes atributos en comunicables y no comunicables. Por ejemplo, no encontraremos en la Biblia un versículo que diga: «Sé omnipotente porque yo soy omnipotente», o: «Sé trascendente e inmanente», pero sí un llamado a ser santos, a amar, a la sabiduría, a la misericordia y a la bondad. Al hablar de la bondad de Dios, estudiamos los atributos comunicables y tenemos un llamado a vivir bondadosamente como nuestro Salvador.

Es en el atributo de la bondad de Dios que encontramos muchas aplicaciones prácticas para nuestra vida.

En primer lugar, tenemos la tendencia a definir situaciones, experiencias o comportamientos como algo bueno o malo con base en otras cosas que no son la Biblia; por ejemplo, nosotros mismos y nuestras preferencias, nuestro trasfondo o nuestras costumbres. Tenemos que preguntarnos quién define lo que es bueno o malo. Debemos clamar a Dios y trabajar en nuestra santificación con temor y temblor para someter nuestras ideas y arrepentirnos porque NOSOTROS NO somos la autoridad o el estándar de bondad, sino Dios. Esto tendrá repercusiones en la forma en que tratamos a otros, cómo vemos las situaciones adversas, e inclusive en nuestra obediencia cuando creemos que sabemos más que Dios lo que es bueno para nosotros.

En segundo lugar, la bondad de Dios que se muestra en su misericordia y gracia es clave cuando interactuamos con una falta de perdón en nuestro corazón.  Esta falta de perdón podría ser hacia los demás o en el caso de las personas que dicen que no pueden perdonarse a sí mismas. En su misericordia y gracia, Dios trata con bondad a quienes no lo merecían; por lo tanto, no hay lugar para la falta de perdón en un corazón que ha sido perdonado y ha experimentado la bondad de Dios.

En tercer lugar,el incrédulo puede erróneamente creer que está bien con Dios. Es trágico que las personas puedan tomar erróneamente la bondad generosa de Dios para toda la humanidad y pensar que su bondad significa que están bien, a pesar de que no tengan una relación con Cristo.  

En cuarto lugar, ya que hemos recibido un trato tan bondadoso, los creyentes deberíamos ser las personas más bondadosas del mundo. Puesto que sabemos quién es el creador de tanta belleza y de tantas cosas para disfrutar, como creyentes tenemos que adorar y disfrutar bíblicamente de la bondad de Dios

Finalmente, al estudiar que Dios es todopoderoso, infinito, omnipresente, omnisciente, omnipotente, eterno (los atributos no comunicables), podemos caer en el error de ver a Dios como un Dios poderoso pero impersonal. La bondad de Dios y sus demás atributos comunicables demuestran que él es un Dios personal, un Dios que no solo es poderoso, sino afectuoso. No es solamente un Dios que tiene la potestad de juzgar a su creación, sino que posee la generosidad de cuidar a su pueblo. Como creyentes que vivimos en un mundo después de la maldición, es importante que meditemos en los atributos que manifiestan de manera especial el cuidado de Dios.[7]

Recuerdo claramente el verano del 98, cuando estuve de visita en la iglesia donde yo considero que Dios me salvó. Me acuerdo con gran emoción que el pastor decía: «Dios es bueno», a lo cual toda la congregación respondía: «todo el tiempo». Después él añadía: «todo el tiempo», y la congregación cerraba con: «Dios es bueno». Puedo escuchar todavía las voces que al unísono respondían esta maravillosa verdad, mientras mis ojos se llenaban de lágrimas al entenderla por primera vez. Fue en ese verano que pude experimentar la bondad de Dios al abrir mi corazón a su evangelio y entender por primera vez lo que Cristo, en su bondad, misericordia y gracia, había hecho por mí. Mis ojos fueron abiertos, su bondad tomó dimensiones increíbles. Dios no era meramente aquel que me dio una linda familia, me protegía y ponía pan en la mesa. Más bien, Dios es bueno porque envió a su Hijo para morir por un malvado pecador.

“Dios no era meramente aquel que me dio una linda familia, me protegía y ponía pan en la mesa. Más bien, Dios es bueno porque envió a su Hijo para morir por un malvado pecador”.

Este artículo es parte de la Serie Conoce a tu Dios. Descubre un atributo nuevo de Dios cada dos semanas, de la mano de teólogos, pastores, maestros y líderes. Lee todos los artículos de esta serie.


[1] A. W. Tozer, El conocimiento del Dios Santo. (Deerfield, FL: Vida, 1996) 7-8.

[2] https://dle.rae.es/bueno?m=form

[3] John F. MacArthur and Richard Mayhue, Teología Sistemática: Un Estudio Profundo de la Doctrina Bíblica (Grand Rapids, MI: Editorial Portavoz, 2017), 185.

[4] Wayne Grudem, Teología Sistemática: Una Introducción a La Doctrina Bíblica (Miami, FL: Editorial Vida, 2007), 203.

[5] A. W. Pink. La naturaleza de Dios, p. 32

[6] Heath Lambert, Teología de la Consejería Bíblica: Las Bases Doctrinales del Ministerio de la Consejería (Sebring, FL: Editorial EBI, 2020), 91.

[7] Ibid., 86.


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