En numerosas ocasiones nos encontraremos con no creyentes que harán uso de la lógica para argumentar su escepticismo. Como creyentes debemos estar preparados para encuentros apologéticos, para saber responder y dar defensa, además de ayudar a los inconversos a evaluar sus propios razonamientos.

¿Cómo utilizar la lógica en encuentros en los que es necesario utilizar la apologética?

Cuando aplicamos la ciencia de los argumentos a la apologética, queda claro que los argumentos utilizados contra el cristianismo suelen enunciarse de manera informal. La afirmación informal “No creo en Dios porque no puedo verlo” puede escribirse en un silogismo formal como este:

P1: Debo ver algo para creer en ello.

P2: No veo a Dios.

Conclusión: Por lo tanto, no creo en Dios.

Fíjate en que la premisa 1 (P1) no se afirma explícitamente en el enunciado informal, pero está implícita. Aquí es donde las preguntas son tan importantes en las conversaciones sobre el evangelio. Yo no sabría la razón por la que alguien rechaza a Dios a menos que le pregunte. Una vez que alguien me dice que no cree en Dios porque siente que debe ver algo para creerlo, puedo construir el silogismo anterior. Ahora puedo ver claramente su argumento y puedo abordarlo.

En este caso, la afirmación informal “no creo en Dios porque no lo veo” es un silogismo incompleto. Cuando un silogismo está incompleto, se denomina entimema. El reto de identificar los problemas lógicos en un argumento es la dificultad de tomar el entimema tal y como está planteado y completar los términos que faltan, de modo que el silogismo completo quede claro. Esto requiere tiempo y práctica, pero con el tiempo empezarás a ser capaz de identificar las premisas no enunciadas por un interlocutor (¡o por ti mismo!).

De hecho, de un enunciado de este tipo podrían inferirse varias premisas adicionales, dependiendo del contexto de la conversación. Por ejemplo:

P1: No es racional creer en algo que no se puede demostrar científicamente.

P2: Soy una persona racional.

Conclusión 1: No voy a creer en algo que no se puede demostrar científicamente.

P4: No hay manera de probar científicamente a Dios.

Conclusión 2: No creeré en Dios.

Cuando empiece a ver más detalles en el argumento del incrédulo, puede desglosarlo y tratar las partes que lo componen.

Primero, podemos desafiar al incrédulo con respecto a P1: “¿Por qué crees que no es racional creer en algo que no puede ser probado científicamente? ¿Qué pasa con las cosas en las que todas las personas racionales creen, como las leyes de la lógica y la memoria humana? ¿De dónde saca usted su definición de racionalidad? ¿Qué hay de las limitaciones de la ciencia, como llegar a conclusiones erróneas o su incapacidad para explicar algunas cosas que suceden en el mundo natural?”

En segundo lugar, podemos aplaudir al incrédulo en su deseo de ser racional (P2). Podemos señalar que el cristianismo está profundamente preocupado por ser racional y por basar sus creencias en hechos históricos.

Tercero, como resultado de los problemas con P1, podemos mostrarle que la Conclusión 1 ya cree cosas que no pueden ser probadas científicamente.

Cuarto, P4 no es un problema, puesto que ya hemos establecido que podemos saber ciertas cosas sin demostrarlas científicamente.


Mark Farnham es autor del libro Cada Creyente Confiado, publicado por Editorial EBI.

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