El esconderse, la inseguridad y la vergüenza; todas estas cosas forman parte de la historia humana que se nos presentaen Génesis. Todos estos problemas tienen como denominador común el temor, o miedo. El beneficio de identificar el temor es que nos lleva de inmediato a la revelación de las Escrituras. Lo que Dios dice a las personas temerosas también se aplica alas que se esconden. Sus palabras son atrayentes y sencillas.

El temor y la ansiedad expresan más nuestra fragilidad que nuestro pecado. El mundo es un lugar atemorizante, y nosotros somos seres finitos y débiles. Nuestro poder es limitado. Aparte de nuestra fe personal y nuestra obediencia, controlamos muy pocas cosas. Jesús dice: “No temáis, manada pequeña” (Lc. 12:32, énfasis agregado). “Manada pequeña” es una clara referencia a nuestra fragilidad y debilidad.

El temor y la ansiedad identifican aquellas cosas que son importantes para ti; cosas tales como la aceptación, las finanzas, la salud y el bienestar de tus seres queridos. Estos aspectos se entienden mejor como deseos humanos comunes y corrientes, los cuales el Señor toma seriamente. Cuando estas cosas son atacadas, es de esperar que estemos ansiosos. Puedes esperar incluso más ansiedades a medida que crezcas: nuestras familias crecen, nuestro amor e intereses crecen también; y luego están los desafíos en la salud y las preocupaciones del trabajo. Con razón estamos inseguros.

Pero Jesús tiene palabras de consuelo para nosotros, su “manada pequeña”. No te confundas con el mandato: “No temáis”. Suena como un duro ultimátum, pero no lo es. Las palabras son una invitación a confiar en Jesús, ya que él demuestra su compasión hacia los pobres e indefensos. Tienen mucho en común con la expresión de Cristo: “No llores”(Lc. 7:13), también en forma de mandato. 

Esas palabras de Jesús significaban que el Señor veía el dolor de una mujer y que iba a hacer algo al respecto. Por esta razón, los temerosos y ansiosos acuden al Dios compasivo, el cual está familiarizado con nuestras debilidades. Esperan oír sus palabras amables de aliento. Y aguardan confiados en que hará algo.

Habla. Si hay algo cercano a un mandamiento con respecto al temor en las Escrituras, sería este. Cuando tengas miedo —y lo tendrás—, acude a Jesús. Esta es la voluntad de Dios en tu vida. Tu objetivo es decir estas palabras en medio de las preocupaciones: “En el día que temo, yo en ti confío” (Sal. 56:3). Háblale de tus ansiedades en lugar de tratar de resolverlas, ya que esto puede llevar a una ansiedad aún más intensa.

Acudir a Dios y confiar en él en los momentos de ansiedad es una técnica espiritual, y es menos automática de lo que podrías suponer. Necesitas practicarla; y con la práctica, serás capaz de acudir a Jesús con más rapidez y de maneras que ciertamente reducen las ansiedades. El progreso parecerá lento. Los métodos de Dios son que crezcamos gradualmente en una fe y confianza significativas, y que lo amemos. Si las ansiedades se extinguieran de inmediato, acudirías menos al Señor, lo cual resultaría en tu detrimento.

Emanuel. Aquí está la promesa que Dios te hace: Emanuel, lo cual significa “Dios con nosotros”. Las Escrituras son la historia del plan de Dios para estar cerca de su pueblo; y Jesús aseguró por completo esa cercanía mediante su muerte y resurrección. Esta es la promesa que incluye todas las otras. Jesucristo murió por los pecados“para llevarnos a Dios” (1 Pe. 3:18). Ahora no hay nada que pueda separarnos de su amor (Ro. 8:35). El temor y la ansiedad son asuntos personales. Necesitas a la persona correcta para que esté contigo. Puedes acudir a Jesús, porque es, al mismo tiempo, fuerte y amoroso.

Cuando encuentres “no temas” en las Escrituras, también encontrarás “Yo estoy contigo”.

El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias (Fil. 4:5-6, énfasis agregado).

Allí está. Jesús está cerca. “Jehová es tu sombra a tu mano derecha” (Sal. 121:5). El Señor está tan cerca que te da sombra frente al sol del medio día.

Hoy. Debido a que el Señor está presente y que está a cargo del mañana, puedes concentrar toda tu atención en la misión que Dios te ha dado hoy (Mat. 6:33-34). Hoy tienes toda la gracia —todo el poder— que necesitas. Hoy tienes el Espíritu de poder que da valor para los pequeños pasos de obediencia diaria, aun cuando el mañana parezca totalmente oscuro.

Enfócate en lo que está delante de ti, no en el mañana. ¿Qué te pide Dios ahora? Verás trabajo para hacer y personas para amar.

Cuando el mañana llegue, el Espíritu te volverá a dar el poder y la valentía que necesites. La gracia es nueva cada mañana.

Imagina la historia del maná en el desierto. Cada día, Dios le daba a Israel el alimento que necesitaba para ese día, y para ese día solo. No podías guardar tu maná para el día siguiente. En cambio, Dios les daba exactamente lo que necesitaban día a día.

Ahora llamamos maná a la gracia de Dios. El Señor te dará la gracia para ahora. Mañana, te dará la gracia de nuevo. Pero no te dará la gracia para mañana hasta mañana. De lo contrario, confiarías en tu maná extra más de lo que confiarías enDios. Mientras tanto, el Señor será quien “se preocupe” por mañana (Mt. 6:34 RV), para que nosotros podamos estar enfocados en ser sus compañeros y colaboradores hoy. 

Habla Dios con nosotros, hoy: estas son las palabras de Dios para las personas temerosas; y aparecerán a lo largo de todo lo que está por delante.

Respuesta

1. ¿Qué preguntas tienes al pensar en lo que Dios les dice a las personas temerosas? Anótalas y pregúntales a otros qué piensan al respecto.

2. ¿Qué nos pide Dios que hagamos cuando notamos nuestras inseguridades? ¿Cómo puedes recordar hacer estas cosas?


Un pequeño libro para un corazón ansioso

Un pequeño libro

Este artículo es un extracto del libro Un pequeño libro para un corazón ansioso, publicado por Editorial EBI.


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