Existen cuatro pruebas tradicionales de la existencia de Dios. Estas serán exploradas y criticadas brevemente y la deliberación se completará con algunas reflexiones adicionales sobre las pruebas en general.

El argumento cosmológico

Esta prueba afirma que todo efecto tiene que tener una causa y, como tal, tiene que existir una Primera Causa, que se supone que sea Dios. En otras palabras, esta prueba establece que el mundo es un efecto; por lo que tiene que haber tenido una causa fuera de sí mismo suficiente para explicar su existencia. Sin embargo, este argumento elude el problema al suponer lo que está por probarse, porque etiquetar al mundo como efecto, ya da por sentado entonces una causa. Además, este argumento tiene que responder la pregunta de cómo la causa de todas las cosas es en sí misma no causada—el Motor Inmóvil. De hecho, también tiene que dar razón de cómo un motor (inmóvil) puede mover algo más sin moverse a sí mismo. Herman Hoeksema observa correctamente: “Hay una diferencia infinita entre Causa y Creador”, porque un creador está libre y soberanamente relacionado con su efecto (el universo), mientras que una causa está necesariamente relacionada con su efecto (el universo).

El argumento teleológico

Esta prueba declara que los seres humanos de manera general aceptan que el universo revela diseño, propósito y un orden tal que nos habla de la existencia de un Diseñador inteligente. Esta prueba avanza más allá del argumento cosmológico al plantear la inteligencia y el propósito del d/Dios postulado. De hecho, fue esta idea de diseño la que mantuvo a la teología evangélica y la ciencia moderna (es decir, la fe y la razón) unidas hasta el crecimiento del darwinismo.

Aun así, como un reciente analista conservador escribió: “Este [argumento] no demuestra, por supuesto, la existencia de Dios, pero sí las circunstancias actuales en las que la creencia en un Diseñador inteligente es sin duda razonable. El universo puede existir por un accidente muy afortunado [énfasis añadido], pero afirmar eso con certeza tendría que ser un acto de fe”. Por otra parte, hay algunas cosas en el universo que parecen desafiar aparentemente la idea de diseño, dígase, la muerte, las enfermedades, los conflictos y la necedad. Las ideas de Darwin relacionadas con sobreproducción, selección natural, lucha por la existencia y supervivencia del más fuerte, siembran dudas sobre cualquier idea de universo diseñado.Tal vez, desde un ángulo diferente, algunos pudieran incluso sugerir que la naturaleza misma es el diseñador inteligente. En resumen, el argumento teleológico no necesariamente conduce a alguien a un d/Dios fuera del universo que lo creó, por no hablar de la posibilidad de que el universo sea un “accidente muy afortunado”, que hace que todo el argumento del propósito o diseño sea invalidado.

El argumento antropológico

Esta prueba también se conoce como el Argumento moral de obligatoriedad y justicia. Se dice que los conceptos humanos de justicia, ética y orden moral presuponen una ley moral, que a su vez supone un legislador moral. Algunos sugieren que el argumento antropológico debe separarse de este argumento moral, cuando dicen que el primero tiene la intención simplemente de contrastar al hombre con los animales y argumentar que Dios tiene que ser intencional, inteligente y consciente de sí mismo. Curiosamente, Immanuel Kant estaba tan impresionado con la ley moral que postuló a Dios como responsable de ella.

El argumento moral tiene una realidad bíblica y empírica que es segura; no obstante, un postulado Dios es defectuoso por un par de razones. Una de ellas, el postulado Dios, en el caso de Kant, era en realidad abstracto e impersonal. Lo que es más, Kant no creía que Dios era un objeto de conocimiento cognitivo y proposicional. Sin embargo, el Dios de la Biblia es tanto personal como conocible. La otra, que aunque el postulado Dios de Kant era moral, por supuesto (la ley moral dentro del hombre lo llenó de asombro y maravilla), la moralidad así obtenida fue, de nuevo, esencialmente un principio abstracto. Esto se debe a que no estaba relacionada con un ser personal moral, es decir, el Dios del cristianismo bíblico.

El argumento ontológico 

Anselmo hablaba de Dios como el ser “más grande de lo que se pueda imaginar”. Esta concepción incluye necesariamente la idea de existencia, la existencia es, después de todo, parte de ser perfecto. Por lo tanto, si el hombre tiene esta idea de un Ser Perfecto (d/Dios), entonces existe un ser así.

El argumento de Anselmo; sin embargo, elude el problema. Se supone que lo que se piensa o concibe tiene que existir en realidad, pero esto es lo que está siendo probado, y no es evidente por sí mismo. René Descartes lo enfocó un poco diferente. Dijo que todo el mundo tiene esta idea de la existencia de un ser infinitamente perfecto, y, dado que los humanos son finitos, esta idea no podría haberse originado por ellos. Más bien, tuvo que venir de este ser. Para Descartes, la existencia de Dios se infiere como explicación de esta idea; para Anselmo, la existencia de Dios se incluye en la idea.

Además, se debe señalar que la idea de lo Infinito sigue siendo finita en y sobre sí misma. De hecho, este es el problema fundamental de esta prueba; la norma que se debe usar en la definición y medición del ser absoluto es finita. Como Bray señala: “En el análisis final, lo absoluto no se puede medir, excepto por sí mismo—una conclusión que parece invalidar el argumento ontológico para la existencia de Dios”.

Pruebas Tradicionales: Conclusión

Las pruebas racionales de la existencia de Dios no resultan adecuadas para los fines de la teología cristiana. Esto es cierto por varias razones.

En primer lugar, las pruebas racionales descansan en al menos dos supuestos que no son bíblicos. El primero se refiere a la naturaleza de los hechos. Es decir, un hecho no es algo independiente de interpretación, que ande a la deriva, o irremediablemente áspero. En su lugar, todos los hechos son lo que son debido a su lugar en el plan de Dios; solamente esto da a los hechos lo factual. En lo que a esto se refiere, no se puede comenzar con un denominado hecho independiente y entonces llegar a Dios. 

Como Strong indicó anteriormente, hay que empezar con Dios como un hecho dado y razonar los hechos de Dios, interpretados por Dios. Por el contrario, las pruebas racionales comienzan con una criatura autónoma (hombre) que razona, a partir de los llamados hechos independientes, acerca del Dios de los cristianos, en algo así como un “salto” racional. 

Una segunda preocupación se refiere a las habilidades declaradas de la razón desfavorecida de los seres humanos pecadores. En pocas palabras, el hombre no creyente odia a Dios y está totalmente prejuiciado contra él. Los seres humanos pecadores son incapaces de razonar acerca de Dios o de cosas espirituales de manera objetiva (Ro. 8: 7; Ef. 4:17), como las pruebas racionales lo requieren.

En segundo lugar, las pruebas no pueden demostrar el teísmo cristiano. Es decir, no permiten llegar al Dios de la Biblia, el Dios y Padre del Señor Jesucristo. Por ejemplo, las pruebas de Geisler conducen a una deidad que tiene las cualidades de indivisibilidad, infinidad, necesidad y perfección; una deidad que Geisler solamente puede suponer es el Dios del teísmo cristiano y no el dios del politeísmo, el panteísmo, deísmo, o el resto. De hecho, el razonamiento de Pablo implica que el supuesto de Geisler está fuera de lugar porque Pablo dice que (1) el hombre natural rechaza al verdadero Dios a causa de la depravación inherente (Ro. 1:18); (2) el dios que este hombre “acepta”, entonces, no puede ser el Dios verdadero; (3) por lo tanto, el dios del hombre natural es un ídolo.

En tercer lugar, y relacionado con esto, las pruebas afirman no más que la existencia de un ser que es más grande que el universo. Es decir, no se puede inferir un ser infinito desde ningún número de hechos finitos. No hay una línea recta en la lógica, y mucho menos en la teología, entre lo finito y lo infinito. Por ejemplo, el argumento teleológico apunta exclusivamente a un arquitecto del mundo, y no a un creador del mundo.

En cuarto lugar, a pesar de lo anterior, también las pruebas únicamente conducen a la existencia probable del Dios verdadero. Es decir, los argumentos no son concluyentes en verdad, más bien se utilizan para confirmar la idea de Dios como una intuición racional y justificable. Como J. Oliver Buswell, Jr. reconoce: “Los hechos se observan y las consecuencias de los hechos se infieren, esto conduce a una mayor o menor probabilidad de conclusiones, con mayor o menor fuerza lógica. No hay ningún argumento conocido por nosotros que, como argumento, conduzca a más de una conclusión probable (muy probable)”. De hecho, él dice en otro lugar:

Sostenemos que estos argumentos establecen una presunción a favor de la fe en el Dios de la Biblia. Nunca debe considerarse que estos argumentos tengan la calidad demostrativa de los procesos matemáticos. Debe reconocerse, por el contrario, que, como hemos indicado anteriormente, todas las proposiciones existenciales están calificadas lógicamente por un mayor o menor grado de pro­babilidad.

En este sentido, las pruebas aún requieren un “salto” de un dios probablemente demostrado al Dios (Verdadero) del cristianismo, definitivamente existente. Es decir, las pruebas siguen requiriendo fe, aunque sea una fe basada en las pruebas y no en las Escrituras.

En conclusión, la evidencia del orden, diseño, propósito y obligatoriedad moral en el universo es inteligible solamente sobre la base del testimonio de las Escrituras. Si se utiliza esta evidencia, el testimonio y la perspectiva de las Escrituras tienen que tenerse en cuenta; pero en ese caso, estas pruebas dejan de ser validadas de forma independiente y, posteriormente, dejan de ser viables para su propósito original.

Lee la primera parte de este artículo aquí.


Este artículo es una adaptación de la Teología Sistemática del Cristianismo Bíblico, pp. 362 – 367. Publicado por Editorial EBI.

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