El propósito de la encarnación

Uno de los aspectos que más me gustan de la Navidad son las canciones e himnos navideños. Muchos piensan que cualquier cosa relacionada a la Navidad debe ser guardada para el mes de diciembre. No obstante, me gusta disfrutar de tales canciones e himnos todo el año. Me hacen recordar de tantas experiencias, memorias, personas y eventos que he pasado. ¡Qué emoción!

De todos los himnos que me gustan, uno de los más conocidos—y, de hecho, uno de mis favoritos—es “Noche de paz”. Tiene una melodía encantadora y un texto contemplativo. Además, presenta una imagen idílica del nacimiento de nuestro amado Salvador. 

Noche de paz, noche de amor,
Todo duerme derredor
Entre los astros que esparcen su luz
Bella, anunciando al niño Jesús
Brilla la estrella de paz
Brilla la estrella de paz.

Es una hermosa escena, pero es sumamente irreal. No lo digo para destruir estos pensamientos que guardamos de la Navidad, sino para magnificar la verdadera grandeza del evento. 

Jesús: la verdadera esperanza y paz

Dios mandó a su Hijo a un mundo de desorden y caos. Israel estaba bajo la ocupación del imperio romano y el imperio recién había salido de una guerra civil. Más, los religiosos estaban promoviendo un salvador político y el desacuerdo entre sus diversas facciones fomentaba mayor división y confusión en el pueblo. Ni el gobierno ni los religiosos les ofrecía paz y esperanza.

Aún más, Jesús nació en medio de desorden y caos (Lucas 2:1-20). Sus padres viajaron a Belén para el censo. No fue el mejor tiempo para su viaje siendo que María estaba cerca de dar a luz. Lo más probable es que su llegada a Belén no fue tan parecida a la imagen tradicional: comenzando sus dolores de parto mientras llegaba a la ciudad y tocando toda puerta buscando encontrar un lugar para dar a luz. Sin embargo, la ciudad estaba llena de gente y no había un lugar privado y cómodo para ellos. En medio de todo esto, María tomó en sus brazos al Dios del universo, lo envolvió en pañales y lo dejó en el pesebre para mantener su calor y cuidarlo del trajín de la casa. Con la presencia de los vecinos, los pastores y los animales, no había mucha paz esa noche.

Tampoco fue el nacimiento de realeza. De verdad, el nacimiento de Jesús fue el nacimiento más humilde de la historia. Es el Rey de Reyes y llegó sin desfile ni anuncio público. En realidad, los únicos invitados especiales que llegaron esa noche (con lo que entendemos) eran los pastores. Los pastores eran una parte integral de la sociedad porque guardaban las ovejas que eran usadas para los sacrificios, pero normalmente no eran personas respetadas y confiables. Sin embargo, a ellos llegó el ángel con el mensaje más increíble: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace” (Lucas 2:14). Es el mensaje que el hombre realmente necesita: ¡El Salvador ha venido para hacer las paces entre Dios y el hombre! ¡Hay esperanza! ¡Gloria a Dios!

Jesús: el mejor regalo de la Navidad

Pablo escribe en Gálatas 4:4-5: “Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley…”.Pablo explica de manera muy simple algo tan profundo: Dios envió a su Hijo eterno y divino para la redención humana. Llegó al momento preciso y al lugar correcto para ser el Salvador perfecto.

La encarnación significa que hay paz con Dios, la paz que trasciende todas las dificultades de la vida y la paz de la que estoy seguro en mi relación con Dios, pase lo que pase. La paz no es la ausencia de los conflictos, sino la presencia segura de Dios conmigo en medio de todo conflicto. Aunque su nacimiento no fue una noche de paz, de todos modos, por su venida tenemos paz. Y, ¿qué significa esto para nuestra comprensión de la encarnación? 

  1. La celebración de la encarnación debe ser el centro de la celebración cristiana de la Navidad. El mundo se ha envuelto en todo lo secular: playa, comida, regalos, vacaciones, todo. La gente pasa esperando que sus compras los satisfagan, y cada año vuelven a salir decepcionados. Hay mucho que podemos hacer mientras celebramos la Navidad, pero debemos ser intencionales en lo que pensamos, decimos y hacemos. Y debemos señalarnos a nosotros mismos, a nuestras familias, congregaciones y al mundo la realidad de la Navidad: Emanuel está aquí, Dios con nosotros.
  2. La celebración de la encarnación debe ser un punto principal de nuestra fe y sistema doctrinal. Quizás nos desanimamos al ver que hay partes de nuestra comprensión de la Navidad que están más allá de nuestra capacidad de poder definir o entender. Quizás nos complacemos con lo que ya sabemos. Pero no debe ser así. Sin la encarnación estaríamos viviendo todavía a la espera de nuestra redención. Gracias a Dios que todo esto cambió una noche en Belén. La encarnación es el punto central de todo lo que somos y hacemos. Debemos defender la encarnación sobrenatural tal como se describe en la Biblia y debemos definirla bien para proteger la verdad de todos los errores. No debemos dejar que nada ni nadie nos mueve de la verdad.
  3. La encarnación debe darnos esperanza para el futuro y confianza para el presente (Hebreos 4: 14-16). Estando ya en el cielo de nuevo, en todo su honor y gloria, Jesús es el Fiador de nuestra redención. Un día iremos para estar con él. Esto es nuestra gran esperanza para el futuro. Y, estando en la gloria, es nuestro Abogado y Mediador. No desconoce nuestra situación. Vivió entre nosotros, experimentó todas las experiencias normales de una vida normal, fue traicionado, abandonado, malinterpretado y más… y todo esto sin pecar. Así que tengamos confianza de acudir a él para el socorro que necesitamos.
  4. Confiamos en que Jesús está con nosotros a través de toda nuestra vida. Vino para rescatarnos cuando no podíamos acercarnos a él (Romanos 8:6-8). Si nos amó tanto mientras que éramos sus enemigos, ¿cuánto más siendo sus amigos e hijos? (Romanos 8:31-39).
  5. Confiamos en que Dios cumple sus promesas. Incluso con todas las promesas que fueron dadas cientos de años antes del nacimiento de Cristo, ninguna quedó sin cumplir. Si Dios pudo hacer esto con Jesús, sabemos que Él puede cumplir sus promesas. Aún mejor, no solo puede cumplir sus promesas, sino que lo hará.
  6. Confiamos en que nos espera algo mejor. Cristo vino a rescatarnos de nuestros pecados, darnos un nuevo propósito y prepararnos para vivir con él para siempre. Algún día estaremos con él y seremos perfectos y completos con él.

Una definición precisa

De nuevo reconocemos que nos quedamos cortos frente este gran milagro. Es algo que no podemos comprender en su totalidad, pero es algo que debemos definir de forma precisa de todos modos.

La persona eterna y real de Jesús entró a la humanidad en carne perfecta y completa y nació de María, una joven virgen, tal como la Biblia afirma. En su encarnación, Jesús no perdió nada de su esencia o identidad divina, sino voluntariamente dejó su posición celestial y aceptó las limitaciones necesarias para vivir en carne real.

Las anteriores son afirmaciones de suma importancia porque su ministerio y su mensaje se fundan en su divinidad, y su muerte y resurrección dependen de su humanidad, a la vez que atestiguan de su divinidad. Sin la encarnación no habría verdadera muerte y resurrección de Cristo. 

La encarnación es el punto sobre el que gira toda la historia humana. Emanuel: Dios está con nosotros. En Jesús tenemos esperanza y paz. Conocer al Jesús encarnado es enfrentar la realidad de su mensaje y su obra. Este mismo Jesús que nació en carne humana también murió por nuestros pecados y resucitó conquistando al pecado y la muerte. Por esto la encarnación es de gran importancia. ¡Qué increíble es la encarnación! ¡Qué grandiosa nuestra redención! ¡Qué glorioso nuestro Salvador!

Lee todos los artículos de la serie:

La encarnación de Cristo parte 1

La encarnación de Cristo parte 2

La encarnación de Cristo parte 3

La encarnación de Cristo parte 4


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