Las Escrituras pintan un cuadro del mundo lleno de personas que habitualmente se encuentran desesperadas y quebrantadas, que están en constante necesidad del cuidado de Dios y dependen de ello. 

El Nuevo Testamento nos muestra cómo la iglesia primitiva se preocupaba por aquellos cuyas vidas estaban abrumadas por el dolor, la lujuria, la ira, la ambición egoísta y otra gran cantidad de problemas  causados por el pecado personal, y otros, por el sufrimiento de un mundo maldito por el pecado. No obstante, el apóstol Pablo les recordaba constantemente a los creyentes los beneficios de la Palabra de Dios, la comunión de los santos y el poder y la presencia del Espíritu Santo como medio de consuelo y corrección para el alma cansada, herida o descarriada (2 Co 1:37; 1 Ts 4:18).

Desde sus inicios, la iglesia ha sido un refugio constante, aunque nunca perfecto, para los abatidos y agraviados. Durante siglos, la iglesia fue el primer lugar al que la gente acudía con su angustia interior en busca de ayuda. La obra de Gregorio Magno titulada Regla Pastoral alentaba un enfoque del cuidado pastoral y tierno de los líderes de la iglesia en el siglo VI. 

En un libro compilado por Theodore Tappert, Luther’s Letters of Spiritual Counsel, élcataloga varias de las consultas constantes que recibió Martín Lutero en busca de consejería espiritual, y también refleja sus intentos de llevar a cabo el cuidado bíblico de las almas. El alumno de Lutero, Martín Bucero, escribió la conocida obra Concerning the True Care of Souls, en la cual su autor usó Ezequiel 34 como modelo de cuidado pastoral. Él daba por sentado que la responsabilidad del cuidado era la carga de la iglesia que recaía primeramente sobre los pastores. Los puritanos ciertamente agregaron a la idea de que la iglesia, particularmente sus líderes, eran los responsables de pastorear el rebaño de Dios por medio de sus aflicciones del alma. Esta fue la manera en que los pastores llegaron a conocerse como médicos del alma.

Pero hoy en día, la iglesia no suele ser el primer lugar, ni siquiera el segundo, al que la gente acude en busca de ayuda cuando tiene problemas. A veces, la iglesia es vista tan negativamente que ni siquiera es el último recurso. Como comentó Jerry Bridges: «En estos tiempos, en la Iglesia de Jesucristo, existe una crisis en cuanto al cuidado».[1] Esto es producto de varias razones, en las que se incluyen los cambios culturales más amplios y el hecho de que la iglesia no siempre ha sido una buena administradora de su responsabilidad en el cuidado de las almas. A menudo, en la iglesia lo que hacemos es excluir a los pecadores y aumentar las cargas de los que sufren. Sin embargo, Dios ha llamado a la iglesia y la ha equipado con los recursos suficientes para ayudar tanto al pecador como al que sufre.

También debemos considerar cuán arraigada está la suposición de la cultura moderna de que la consejería secular y profesionalizada proporciona la plantilla por la cual se deben medir todos los enfoques de consejería. El paradigma secular moderno se ha vuelto tan dominante que a menudo ha nublado las mentes de los creyentes a la vitalidad de las Escrituras y al diseño de la iglesia de Dios para el ministerio del cuidado de las almas. Muchos cristianos modernos ven el paradigma de la consejería y el cuidado de las almas desde una perspectiva secular, y descartan la Biblia porque no parece tener una estructura, métodos o técnicas equivalentes que encajen en el molde de los modelos de consejería secular. Entonces, algunos cristianos han descuidado por completo las Escrituras en lo concerniente al cuidado de las almas, dando esa función esencial de la iglesia a los profesionales seculares. Otros cristianos, que no quieren desechar las Escrituras por completo, se han esforzado en incorporar la Biblia dentro de los sistemas seculares de atención establecidos. Esta escuela de pensamiento, muchas veces tiene buenas intenciones, pero no ve la primacía de la Biblia para el cuidado de las almas. Una consecuencia no deseada es el continuo profesionalismo del cuidado de las almas, el descuido de las Escrituras y la marginación del papel de la iglesia en este ministerio de ayuda.

La iglesia responsable

Como varios lo han expresado claramente, la iglesia en el mundo moderno está experimentando una crisis de dirección.[2] La iglesia parece estar luchando constantemente en cómo ser relevante para una audiencia moderna.

La Biblia enseña que la iglesia es responsable ante Dios de administrar los deberes y la autoridad que Él nos ha dado. A la iglesia, con Cristo como su cabeza, se le ha otorgado autoridad en la esfera del alma humana mediante la cual redimir, restaurar, sanar, limpiar y crecer en pureza; en pocas palabras, para cuidar de las almas. Podemos ver cómo Dios se ocupa de las almas de su pueblo a lo largo de la Biblia, comenzando con su bondadoso cuidado de Adán y Eva en el jardín. Su cuidado se puede ver en el favor que encontró Noé, en la liberación que le aseguró a Moisés y en la bendición de Abraham. Podemos ver el cuidado de Dios en el Mesías prometido, quien vendría como el Príncipe de Paz y Admirable Consejero de Isaías 9:6, y el Gran Pastor que sanaría a los quebrantados de corazón en Ezequiel 34:11-16. Dios es el que cuida, y un objetivo principal del Antiguo Testamento es que el cuidado fructifique en la persona de Jesucristo.

Jesús demostró este cuidado hacia los pecadores que encontró y en su muerte por pecadores como nosotros. Las palabras de Jesús, el Buen Pastor, brindan un sentido de la comisión que le dio a la iglesia de cuidar de los quebrantados. «Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado» (Mt 28:19-20). El discipulado es el medio principal de Dios para restaurar a Su pueblo pues el discipulado es la búsqueda intencional de llegar a ser conformados a la imagen de Cristo. 

En el nombre de Jesús, se encuentra la salvación, los pecados se perdonan, los corazones se renuevan, los heridos y quebrantados se curan, somos transformados a Su imagen y la humanidad se sana. El trabajo que le toca a la iglesia es cuidar de las almas proclamando claramente el nombre y el evangelio de Jesús. Ninguna otra entidad puede realizar la obra que Dios demanda de Su iglesia, por medio de Su Palabra y a través del poder del Espíritu Santo. Jesús es el bálsamo que sana el alma herida y el verdadero pan del cielo que nos sustenta.

Cada aspecto de la obra de la iglesia está destinado a cuidar de las almas. La predicación, pastorear, el ayudarse unos a otros, la disciplina de la iglesia, la proclamación misionera, la obediencia personal, todo tiene como objetivo despertar o fortalecer el alma para vivir fiel y pacíficamente en un mundo devastado por la guerra y maldecido por el pecado. Si Jesús se cuidó de los demás por medio de la verdad de la Palabra de Dios de estas diversas maneras, ¿acaso no debería la iglesia hacer lo mismo sin reserva alguna bajo su liderazgo?

Podemos ver nuestra responsabilidad como iglesia en las tareas que se le da a los líderes para velar por nuestras almas (He 13:17). El llamado de «los unos a los otros» en el Nuevo Testamento es otra clara evidencia de que la iglesia, bajo el liderazgo de Cristo, debe cuidar de las almas haciendo que todos sean completos en Cristo (Col 1:28). 

Este post es un extracto del libro Cultura de cuidado en la iglesia, publicado por Editorial EBI.


[1] Jerry Bridges, The Crisis of Caring: Recovering the Meaning of True Fellowship (Philipsburg, NJ: P&R, 1992), 9.

[2] Mark Dever, La Iglesia, El Evangelio Visible (Nashville, TN: B&H Academic, 2012); John MacArthur, El Plan del Señor para la Iglesia (Grand Rapids, MI: Portavoz, 2005); Gene A. Getz, La Medida de una Iglesia (Barcelona, España: CLIE, 1978).


Cultura de cuidado

En “Cultura de cuidado en la iglesia”, Dale Johnson destaca que la iglesia sigue siendo esencial para brindar esperanza y sanidad duraderas a quienes enfrentan trastornos y problemas modernos. El libro capacita a líderes eclesiásticos para abordar con confianza las necesidades, eliminando el estigma de la salud mental y presentando la iglesia como el refugio principal para encontrar respuestas a problemas arraigados, utilizando la oración, la Palabra, el Espíritu Santo y la comunidad cristiana.


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