El evangelio no es simplemente la historia de “Jesucristo, y Este crucificado”;[1] también es la historia de mi propia crucifixión. Porque la Biblia me dice que yo también fui crucificado en la cruz de Cristo.Porque la Biblia me dice que yo también fui crucificado en la cruz de Cristo.[2] Mi viejo hombre fue destruido allí,[3] y mi realción con el mundo también fue crucificada allí.[4]

La cruz también es el lugar donde queda crucificada mi carne y todos sus deseos pecaminosos.[5] Verdaderamente, la muerte de Cristo y mi muerte están tan entrelazadas que son inseparables.Dios está comprometido con mi morir a diario, y me llama a tener ese mismo compromiso.[6]

Insiste en que cada hora sea mi hora de muerte, y quiere que mi muerte en la cruz sea tan céntrica en el relato de mi propia vida, como la muerte de Cristo la es para el relato del evangelio. Dice, “Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, …el cual, se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.[7]

La crucifixión duele. De hecho, su brutalidad desgarradora puede entumecer los sentidos. Es un asunto sofocante y sangriento y no hay nada lindo, bonito o fácil en ella. No es simplemente muerte, sino que es muerte atroz.

Sin embargo, debo poner mi rostro como pedernal[8] hacia la cruz y abrazar esta crucifixión en todo lo que hago. Debo esperar encontrar cada día evidencia circunstancial del compromiso de Dios con mi morir; y debo aprovechar cada oportunidad dada por Dios para ser con­formado más plenamente a la muerte de Cristo, no importe el dolor involucrado.

Cuando mi carne anhela algo prohibido, debo morir. Cuando soy llamado a hacer algo que no quiero hacer, debo morir. Cuando deseo ser egoísta y no servir a nadie, debo morir. Cuando soy destrozado por dificultades que desprecio, debo morir. Cuando quiero aferrarme a ofensas en mi contra, debo morir. Cuando soy seducido por atracciones del mundo, debo morir. Cuando deseo mantener en secreto pecados arraigados, debo morir. Cuando mis deseos que casi son necesidades no se realizan, debo morir. Cuando sueños que parecen buenos son desechados, debo morir.

“No se haga Mi voluntad, sino la Tuya,” oró Cristo confiadamente la noche antes de su crucifixión.[9] El predicarme su relato cada día me pone en un estado mental de confiar en Dios y abrazar la cruz de mi propia muerte también.[10]

Felizmente, el evangelio me enseña que el morir no es un fin, sino un inicio. Pues después que Cristo tomó su cruz y murió, Dios lo levantó de la muerte,[11] lo exaltó hasta lo sumo del cielo[12] y lo recibió en su regazo.[13] Estas verdades circundantes a la resurrección de Cristo son prueba positiva de que Dios no me dejará muerto, sino que me levantará en una manera similar, si sólo me permito morir. De veras, que al otro lado de cada capa de muerte hay experiencias de vida con Dios que son mucho más ricas, mucho más altas, mucho más íntimas que cualquier cosa que se hubiera podido conocer de lo contrario.[14]

En la economía de Dios, la muerte es el camino a la vida. Jesús dice, “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa de Mí, ése la salvará”.[15] De veras, cuanto más conformado soy a la muerte de Cristo, más experimento la libertad del pecado[16] y gusto el poder de la resurrección de Jesús mismo.[17]El camino a tal poder es pavimentado con muchas muertes, y cada etapa de resurrección se logra con cada incidente de morir a mí mismo y de considerarme muerto al pecado.[18]

Cuanto más contemplo el evangelio, más entiendo que esta “palabra de la cruz”[19] es el plano para el relato de mi propia vida. La muerte que Cristo murió es la muerte a la cual también soy llamado, y la muerte a la cual soy llamado es el lugar de ingreso a la unión con Cristo y a la vida en su plena dimensión.[20] Por tanto, ¡venga lo que venga, no permitiré que nadie intente arrebatarme esta muerte!


[1] 1 Corintios 2:2 Porque nada me propuse saber entre ustedes excepto a Jesucristo, y Este crucificado.

[2] Gálatas 2:20 Con Cristo he sido crucificado…

[3] Romanos 6:6 Sabemos esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado.

[4] Gálatas 6:14 Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo.

[5] Gálatas 5:24 Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.

[6] Lucas 9:23 Y a todos les decía: “Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.”

[7] Filipenses 2:5-8 Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, …Se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló El mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

[8] Isaías 50:6-7 Ofrecí Mi espalda a los que Me herían, Y Mis mejillas a los que Me arrancaban la barba; No escondí Mi rostro de injurias y salivazos. El Señor Dios Me ayuda, Por eso no soy humillado,… he puesto Mi rostro como pedernal, Y sé que no seré avergonzado.

[9] Lucas 22:42 … “Padre, si es Tu voluntad, aparta de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya.” 1 Pedro 2:23 … se encomendaba a Aquél que juzga con justicia.

[10] 1 Pedro 2:21-24 Porque para este propósito han sido llamados, pues también Cristo sufrió por ustedes, dejándoles ejemplo para que sigan Sus pasos, el cual no cometió pecado, ni engaño alguno se halló en su boca; y quien cuando Lo ultrajaban, no respondía ultrajando. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquél que juzga con justicia. Él mismo llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia,… 1 Corintios 15:31 …cada día muero. (RVR 1960) Romanos 8:36 …somos puestos a muerte todo el día…

[11] Efesios 1:20 …lo resucitó de entre los muertos…

[12] Filipenses 2:8-9 …se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre,

[13] Juan 1:18 Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está [tiempo presente] en el seno del Padre, Él lo ha dado a conocer.

[14] Romanos 6:4 Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.

[15] Lucas 9:24 “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa de Mí, ése la salvará”.

[16] Romanos 6:6-7 Sabemos esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado.

[17] Filipenses 3:8, 10 yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, y conocerlo a Él, el poder de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos, llegando a ser como Él en Su muerte.

[18] Romanos 6:11 Así también ustedes, considérense muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.

[19] 1 Corintios 1:18 Porque la palabra de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para nosotros los salvos es poder de Dios.

[20] Romanos 6:5 Porque si hemos sido unidos a Cristo en la semejanza de Su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de Su resurrección.


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