Como líderes moldeados por el evangelio, estamos siendo constantemente transformados de adentro hacia fuera. No solo proclamamos la buena noticia, sino que la encarnamos a través de nuestra vida y la manera en que lideramos a los demás. En la economía de Jesús, todo líder cristiano debe demostrar una vida transformada. William Tyndale describe el evangelio como noticias buenas, felices, alegres y gozosas que nos alegran el corazón y hacen que cantemos, bailemos y saltemos de gozo.[1] Esta es la buena noticia que necesitamos en nuestras iglesias. Emana del Espíritu de Dios a través de sus líderes. 

Por lo tanto, los líderes moldeados por el evangelio se beneficiarían a partir de una evaluación diaria de la condición de su alma. Nuestra vida espiritual nos afecta a nosotros y a los que nos rodean. Pablo instó a su pupilo Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza. Persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan” (1 Ti 4:16). Observa las palabras “ten cuidado”, “persevera” y “asegurarás la salvación”. Estas no son sugerencias triviales. Son órdenes de guerra. Jesús dijo: “«Estén alerta, no sea que sus corazones se carguen con disipación, embriaguez y con las preocupaciones de la vida, y aquel día venga súbitamente sobre ustedes como un lazo[…]. Pero velen en todo tiempo, orando para que tengan fuerza para escapar de todas estas cosas que están por suceder, y puedan estar en pie delante del Hijo del Hombre».” (Lc 21:34, 36, énfasis añadido). Los líderes deben estar alertas y ser conscientes de sus vidas y de las de aquellos a quienes lideran. 

Todo líder de iglesia debe comprometerse en esta batalla espiritual con sobriedad, sabiendo que el enemigo está buscando destruir, tanto al pastor como a las ovejas. El profeta Zacarías advirtió: “Hiere al Pastor y se dispersarán las ovejas, y volveré Mi mano contra los peque­ños” (Zac 13:7 [cf. Mt 26:31]). El liderazgo de la iglesia no es un puesto ni tampoco un picnic. Es una zona de guerra espiritual, y los líderes moldeados por el evangelio deben ir preparados con la mente de Cristo (Fil 2:1-5) y el poder del Espíritu (Rom 8:3-11).

Algo está formando siempre nuestro liderazgo. Puede ser el éxito, el control, la aprobación, la comodidad, la seguridad o alguna otra cosa. Yo adoraba el éxito y este me estaba formando. Cada persona adora algo o a alguien, y lo que adoramos es lo que nos forma. Hechos 20 fue determinante para que obtuviera una perspectiva evangélica. La apelación de Pablo a los ancianos de Éfeso fue doble: que tuvie­ran cuidado de sus vidas como líderes y que tuvieran cuidado de aquellos a quienes lideraban (Hechos 20:28). Declaró simplemente que, si como líderes no somos capaces de dirigir apropiadamente nuestras vidas, no podemos liderar a otros. Nos servimos mejor a nosotros mismos y a los demás cuando nos quitamos la máscara y revelamos nuestro verdadero “yo” ante un espejo que refleja el evan­gelio, a fin de medir nuestra vida espiritual, emocional, relacional y vocacional. Ningún líder tiene una salud perfecta. Yo no estaba dirigiendo adecuadamente mi propia vida, y necesité que el evangelio me remodelara.

Solo los líderes cristianos moldeados por el evangelio pueden producir ministerios que glorifiquen a Dios. La educación formal es vital para el liderazgo cristiano. No obstante, estoy convencido de que la educación teológica tradicional sola no es suficiente para un ministerio sostenible a largo plazo. El liderazgo cristiano requiere tanto madurez espiritual como madurez emocional para cuidar de la iglesia de Dios. Un líder o miembro del consejo emocionalmente enfermo puede arruinar toda la organización. Lo he visto suceder más de una vez. Los líderes siempre determinan el tono de una organización. Un líder emocional o espiritualmente débil influirá en todos los que lo rodean. Entrenamos a todos los integrantes de nuestra organi­zación para que sean como nosotros (Lc 6:40). Cuidar de la iglesia de Dios (Hch 20:28) exige que tengamos sumo cuidado de nosotros mismos y de las personas que el Espíritu Santo nos ha encomendado cuidar.

Pablo les dice a los ancianos en Éfeso: “Tengan cuidado de sí mismos y de toda la congregación, en medio de la cual el Espíritu Santo les ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él compró con Su propia sangre” (Hch 20:28). La idea principal en este pasaje no es tener cuidado de ti mismo ni tener cuidado de toda la congregación. Ni siquiera es defender de los ataques de los lobos (Hch 20:29). La idea principal de este pasaje es pastorear la iglesia de Dios; la iglesia que le pertenece a Dios y que obtuvo por medio de la sangre de Jesús. La metáfora bíblica principal para el liderazgo de la iglesia es el pastoreo, aunque esto no sea popular entre las iglesias de Occidente. Después de todo, ¿alguna vez viste una oveja en una pastura? Cuando los líderes de iglesia encarnan una postura de pastoreo cuidadoso, glorifican en su liderazgo al Príncipe de los pastores, Jesús.

Una manera en la que los que están fuera de la iglesia tratan de expli­car la madurez en el liderazgo es por medio de lo que los psicólogos describen como inteligencia emocional (o IE), la cual es básicamente la sabiduría bíblica y la formación evangélica. La inteligencia emocio­nal es la capacidad de identificar, comprender y manejar las emocio­nes en uno mismo y en los demás. Esta habilidad guía las actitudes y las acciones de la persona. El ministerio se trata en su totalidad de manejar el yo y relacionarse con otros.

El Dr. Daniel Goleman empleó varias repeticiones para explicar la inteligencia emocional, hasta perfeccionar finalmente el modelo y dividirlo en cuatro esferas: (1) autoconciencia, (2) autorregulación, (3) empatía y (4) habilidad social. La inteligencia emocional no es el fundamento de un liderazgo bíblico saludable; el fundamento es el evangelio. Pero usaremos una medida de la IE para ver el evangelio con claridad e identificar áreas en las que tal vez no estemos caminando en sincronización con él (Gálatas 2:14).

Ten cuidado de ti mismo

Autoconciencia. “Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de ustedes que no piense de sí mismo más de lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno” (Rom 12:3).

Estoy aumentando mi compren­sión de mis emociones y estados de ánimo (1 Co 13:12), y permitiendo que Dios los pruebe y los pula (Sal 26:2). Estoy tomando conciencia de cómo afectan a los que me rodean (Lam 3:40). Conozco mis limitacio­nes y puedo evaluar mis fortalezas por fe (Ro12:3; 1 Juan 1:8). Confío en la obra redentora del Señor en mí y soy paciente con respecto a mi progreso (2 Ti 1:6-7).

Autorregulación. [Se les enseñó] que en cuanto a la anterior manera de vivir, ustedes se despojen del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que sean renovados en el espíritu de su mente,y se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad (Ef 4:22-24).

Estoy sometiendo mi mente, volun­tad y emociones a los deseos del Espíritu y no a los deseos de la carne (Ga 5:16-26). El evangelio me está moldeando constantemente (Fil 1:27) mediante el poder del Espíritu (Ro 8:4-11), y estoy confesando mis peca­dos y reconociendo mis debilidades (1 Jn 1:7-9). Estoy luchando por alcanzar la santidad y la renovación de mi mente que llevan a una vida transformada (Ro 12:1-2). Con mi esperanza en Jesús, soy paciente con mis dificultades y constante en mi oración (Ro 12:12). 

Ten cuidado de todo el rebaño

Empatía. Porque toda la ley en una palabra se cumple en el precepto: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Ga 5:14).

Soy considerado con los que me rodean y tengo compasión ante sus necesidades (Mt 9:35-38). Escucho a los demás como un acto de amor y puedo discernir sus acciones, actitu­des y emociones tácitas (1 Jn 4:1; Fil 1:9-10). Procuro comunicarme con disposición, transparencia y sinceridad (Mt 5:37). 

Habilidad social. Yo, pues, prisionero del Señor, les ruego que ustedes vivan de una manera digna de la vocación con que han sido llamados. Que vivan con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándose unos a otros en amor, esforzándose por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Ef 4:1-3).

Puedo aplicar la sabiduría bíblica en circunstancias referentes a las rela­ciones interpersonales (Stg 1:5). Me comprometo a formar a otras personas para la edificación de la organización (Ef 4:11, 16). Busco resolver conflictos relacionales (Fil 4:2). Busco reconciliarme con mis relaciones interpersonales rotas (Mt 5:23-24; 18:15; Ro 12:18). Puedo cons­truir relaciones interpersonales para alcanzar mis metas (He 10:24-25). 

Lo más importante en la mente de Pablo en Hechos 20 parece ser protegerse de la enseñanza falsa. Su preocupación es respecto a que “se levantarán algunos hablando cosas perversas para arrastrar a los discípulos tras ellos” (Hch 20:30). Pablo alienta a Timoteo, dicien­do: “Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza. Persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan” (1 Timoteo 4:16). Otras personas están contando con nosotros. Tener cuidado es un trabajo difícil, pero nosotros y los demás se beneficiarán enor­memente.


[1] William Tyndale, “A Pathway into the Holy Scripture”, incluido en su Doctrinal Treatises and Introductions to Different Portions of the Holy Scriptures, ed. The Parker Society (Cambridge: CYP, 1848), 8-9.


Líder moldeado por el evangelio

Este libro brinda ayuda práctica y específica para navegar los desafíos espirituales y emocionales que los líderes comúnmente enfrentan y explica cómo una respuesta moldeada por el evangelio trae sanidad. El líder moldeado por el evangelio alentará a los líderes de la iglesia de todas las edades en las categorías de autoconciencia, autogestión, conciencia y gestión relacionales, con la meta de reconocer fortalezas y debilidades para que puedan seguir creciendo más como Cristo.


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